“...Entre lomas herbosas y laderas pobladas de cafetales, en torno a una
iglesia pequeñita levantada sobre un altozano, de humildes muros de bahareque
enlucido, espadaña a un costado y atrio de ladrillos musgosos, está acurrucado
el pueblecito: unos cuantos ranchos, unas tantas casas, una sola calle que
pronto vuelve a convertirse en camino y se va serpenteando por lomas y laderas,
entre setos y pomarrosos.
Por
detrás de la iglesia y a lo largo del pueblo, la alta y sombría cortina de
guamos y bucares cobijan los cafetales; frente a ella la cuesta suave y
tapizada de grama del altozano, asendereada por el paso de las recuas que por
allí bajan de las haciendas y de los montes vecinos, las negras techumbres de
paja de los ranchos y los tejados patinosos de las casas; y a un costado de la
dilatada perspectiva de un hoyo de montaña viene bordeando el camino que conduce al
pueblo de verdes lomas, laderas tendidas y hondonadas silenciosas, lomas azules
y serranías lejanas.
Aledaña
al templo, la casa parroquial y más allá la Jefatura Civil.. .”
Ésta
hermosa descripción del pueblo de Carrizal, está inserta en el primer capítulo
de la obra “La Trepadora ”,
1ª y 2ª estrofa de “Hombre de Presa”.
Igualmente
en carta fechada en diciembre de 1925, dirigida al poeta y amigo Fernando Paz
Castillo, Don Rómulo Gallegos escribió: “...Aquí tienes “La Trepadora ”. Nació en mí el deseo de escribirla cuando te
oí esbozar la idea central, brote feliz de tu armonioso talento poético, que en
esta novela he desarrollado. Recuerdo
que fue una mañana, sentados ambos al borde del camino de Carrizal,
contemplando el panorama del “hoyo del infierno”. Por allí había cafetales. Con éste paisaje he compuesto los de
“Cantarrana”; con el asunto de tu “Trepadora”, las líneas generales de la mía…”
Versión:
José G. Salas