BREVE
RESEÑA HISTÓRICA DE
BARRIALITO
Aproximadamente para esa fecha, según testimonios
recogidos entre los habitantes del sector, arribó la pareja compuesta por
Marcelino Alfaro y Rosario Martínez (fallecidos), el primero nativo del Estado Bolívar,
llegó a estos predios, huyendo por ser desertor del ejército y la segunda
tratando de escapar de la peste bubónica que azotó Paracotos; de esa unión nacieron 18 hijos. Marcelino Alfaro, empezó a trabajar en las
tierras de Virgilio Biord, francés,
dueño de extensiones de terrenos;
posteriormente, al gustarle tanto las tierras, el Sr. Alfaro compró un
lote de éstas propiedades; las mismas comprendían lo que hoy se conoce como Km.
18, Los Budares y parte de Barola.
Vecinos de esas tierras eran, entre otros, Verónica
Acosta, Juana Espinosa, Nicolasa Saavedra, Dolores Mujica, Petra Mejías,
Silveria Belisario, Gervasio Saavedra, Encarnación Rodríguez, Abdón Carrasquel,
Hilario Belisario, Mónica Rodríguez, quienes constituyeron, posiblemente, los
primeros habitantes que menciona MacPherson en su libro.
Antonio Martínez y Sofía Rodríguez |
El agua la obtenían de un manantial que había
debajo de un Matapalo; la luz la lograban de lámparas de kerosén llamadas
“mucuritas” y los más pudientes con lámparas a gasolina, marca “coleman”.
Las familias residentes hacían conucos en los
cuales sembraban yuca, ocumo, ñame, auyama, zanahoria, arvejas, quinchonchos,
caraotas, además de la cría de gallinas y otras aves de corral para su
alimentación.
Las casas eran
de bahareque, dormían en catres y esteras, cocinaban en fogones de leña;
asimismo, los numerosos hijos de las familias habitantes, se divertían con los
juegos tradicionales, tales como bolas criollas, papagayo, metras, perinolas,
gurrufío, pelotas, todo de fabricación casera.
Se podía ver fácilmente la presencia de animales
como rabipelados, puerco espines, culebras de todo tipo, búhos, perezas, zorros
y hay quienes llegaron a ver leones criollos.
Tales testimonios fueron aportados por Esteban
Martínez, casado con la Sra. Paula Raga, de cuya unión, coincidencialmente,
nacieron 16 hijos; algunos de ellos nos narraron importantes detalles acerca de
la formación de ésta comunidad.
Entre otras cosas nos contaron anécdotas que nos llamaron la atención: una de
ellas, fue lo que le sucedió a la familia de Antonio Martínez y Sofía
Rodríguez, a quienes se les quemó totalmente la casa y que, afortunadamente
todos salieron ilesos; construyeron otra
casa cerca del terreno donde habían tenido el incidente y ésta casa se hundió
en el terreno.
Algunos afirman que los más viejos contaban que “La Sayona” bajaba de la parte
alta gritando y llegaba al “Plan de los Muertos “, donde actualmente está la sede de la U.E. “Tomás de Jesús
Quintero”; narran, además, que “las almas” de los difuntos pasaban nueve días
en pena antes de irse definitivamente.
Por otra parte, cuando oían el ulular de la
lechuza, todas las mujeres del sector se veían pícaramente porque según decían,
que cuando oían ese cantar, era porque había alguna embarazada. Historias de
los pueblos; y cuando los niños nacían, las parteras solían enterrar el ombligo
en algún lugar aledaño al alumbramiento, para que, si algún día se iban,
volvieran al lugar, costumbre que nos recuerda el adagio popular: “…a fulano
como que le enterraron el ombligo allá…”
Entre los lugares más populares que recuerdan los
residentes actuales, está la mata de mora, el plan de los muertos, el café de
los Pérez, la casa vieja, la vega de la vaca, la montaña donde buscaban musgo, y
lindando con la Escuela Granja.
Actualmente esta comunidad ha quedado reducida a lo
que hoy conocemos como Los Martínez y los Mujica. Mucho de lo que hoy conocemos como Lomas de Urquía, fue parte de Barrialito. Por cierto que no debería decirse URQUIA ya que el
nombre de la esposa de Guaicaipuro era UQUIRA, dato corroborado a través de
varias fuentes históricas. Limita por el norte con Los Budares, por el sur
Barola, Este, La Llanada y por el Oeste Loma Gorda.
Esta Oficina agradece expresamente la contribución
del señor José Salas habitante del sector Barrialito, quien con sus diligencias
y contactos personales hizo posible armar esta crónica.