DON ILDEFONSO LEAL
CRONISTA DEL MUNICIPIO
GUAICAIPURO
El domingo 07 de junio de 2015 falleció en Los Teques don Ildefonso Leal, director de la Academia Nacional de la Historia, donde ocupaba el sillón “letra 0″ y era, además, el vicedecano de la corporación, es decir el segundo individuo de número con mayor antigüedad en la sucesión de académicos. En total, fue numerario durante 44 años. Había ingresado el 06 de mayo de 1971, a la edad de 39 años. Como recipiendario, en esa solemne ocasión leyó un discurso sobre la vida intelectual venezolana en el siglo XVIII, contestado, como se estila en esos casos, por el académico don José Nucete Sardi.
Profesor titular
jubilado y cronista de la Universidad Central de Venezuela (cuyo Archivo
Histórico dirigió), columnista de varios periódicos, investigador acucioso y
presidente honorario de la Academia de la Historia del Estado Miranda, don
Ildefonso a sus 83 años estaba cargado de méritos y merecimientos.
Se desempeñó
durante muchos años como cronista oficial de Los Teques y fue el impulsor de la
Biblioteca de Temas y Autores Mirandinos, un gran proyecto editorial dedicado a
rescatar o divulgar, según el caso, obras fundamentales de autores mirandinos o
valiosas para comprender la historia y cultura del estado Miranda, en su más
amplio alcance.
Nacido en
Lagunillas (estado Zulia) el 22 de enero de 1932, llegó muy joven a Los Teques.
En la capital del estado Miranda no solo completó sus estudios (en el Liceo
Miranda y luego en Caracas en el Liceo Fermín Toro) sino que habría de vivir
allí el resto de su vida, formar un hogar y alentar con su presencia y su
ejemplo actividades intelectuales, entre ellas, la fundación del Ateneo. En
1956 egresó de la Universidad Central de Venezuela como licenciado en Historia
y en 1962 se graduó allí mismo, con honores, como doctor en Historia. Hizo
estudios de postgrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Sevilla (España). En esa ciudad, durante diversos períodos, realizaría
investigaciones en el Archivo General de Indias.
Tres fueron las
vertientes principales de la obra de don Ildefonso: la historia de la educación
universitaria en Venezuela y, en especial, de la Universidad Central de Venezuela;
la historia intelectual del país y la historia de la patria chica tequense. En
el primer campo deja obras fundamentales como La Universidad de Caracas y la
guerra de independencia (1963), Historia de la Universidad Central de
Venezuela. 1721-1827 (1963, que fue su tesis de doctorado en Historia),
Cedulario de la Universidad de Caracas, 1721-1820 (1965), La Universidad de
Caracas. 237 años de su historia (1967), Documentos para la historia de la
educación en Venezuela. Época colonial (1969), El Claustro de la Universidad y
su historia (1970-1979, 2 volúmenes), Historia de la Universidad Central de
Venezuela, 1721-1981 (1981), La Universidad de Caracas en los años de Bolívar.
Actas del Claustro Universitario, 1783-1830 (1983, 2 volúmenes); en el segundo
La cultura venezolana en el siglo XVIII (1971, que constituyó su trabajo de
incorporación a la Academia Nacional de la Historia) y Libros y bibliotecas en
Venezuela colonial, 1633-1767 (1978, 1979, 2 volúmenes), esta última un
verdadero clásico de nuestra historiografía; y, por último, en el tercero El
libro parroquial más antiguo de Los Teques, 1777-1802 (1994), Nacimiento del
régimen municipal de Los Teques. Actas del Cantón Guaicaipuro, 1853 (1998) y
Los Teques, testimonios para su historia (1997, 2 vol.).
Su trabajo como
cronista de Los Teques, además de esas obras fundamentales, quedó plasmado en
numerosos artículos breves que dan cuenta de la historia de la ciudad y sus
alrededores (los llamados Altos, de Miranda o de Caracas, como se les decía en
el siglo XIX, o también a secas, como se incluye en los nombres de tres de sus
centros poblados: San Antonio de Los Altos, San Diego de Los Altos y San Pedro
de Los Altos). Dejó una importante obra inédita, la historia del ferrocarril de
Los Teques, que, sin duda, ha de ser una contribución esencial para entender
aspectos diversos de la vida de la ciudad y la región y las vías férreas en
Venezuela. En muchos sentidos, don Ildefonso fue modelo de cronistas: un
profesional muy bien formado y dispuesto a profundizar la historia de la ciudad
para beneficio de la ampliación del conocimiento histórico local y regional, un
cronista historiador capaz no solo de narrar anécdotas sino de explicarlas y
analizarlas en su contexto espacio-temporal y su trascendencia histórica más
amplia. Para Los Teques y el estado Miranda todo ha sido y será, por siempre,
motivo del más grande orgullo haberlo tenido como cronista de la ciudad
capital.
Como director de la
Academia Nacional de la Historia logró un importante acuerdo editorial con el
Banco Central de Venezuela que permitió, a pesar de la fuerte crisis económica
que ha afectado la producción de publicaciones, la edición de diversos títulos
fundamentales para la historia de Venezuela. Entre ellos, por su relevancia
para la historia regional mirandina, cabe destacar la reedición de El estado
Miranda de Francisco de Paula Álamo, libro publicado originalmente en 1911 por
el gobierno del estado Miranda.
Durante los últimos
años de su vida, signados en parte por ingratitudes e incomprensiones, don
Ildefonso supo ser un modelo de integridad y ecuanimidad. Ello tiene un valor
excepcional en tiempos de polarización y ánimos exaltados, cuando se requiere,
precisamente, la mediación y el diálogo.
Su deceso y su
entierro siguieron el estilo del hombre: la humildad del sabio y la sencillez
de un caballero de las letras y las ciencias históricas. Venezuela y Los Altos
de Miranda le deben mucho a don Ildefonso. La adecuada ponderación
historiográfica de su obra investigativa lo colocará en un sitio de honor en
nuestra tradición intelectual. Que en paz descanse quien tanto contribuyó, en
el campo de los saberes, a lograr y mantener la paz.Horacio Biord Castillo
Investigador,
escritor y profesor universitario.
Jefe del Centro
de Antropología del IVIC.
Individuo de
número y presidente de la Academia Venezolana de la Lengua.
Individuo de
número y primer vicedirector de la Academia de la Historia del Estado Miranda.