miércoles, 22 de abril de 2015

Las Morocotas de "El Ingenio" las cuida un muerto

LAS MOROCOTAS DEL INGENIO

LAS CUIDA UN MUERTO

De: Aníbal Laydera Villalobos


Pericoco llegó a Carrizal a mediados de 1940, en los meses invernales (tiempo lluvioso) y buscó alojamiento Pueblo Abajo, en la casa de Mariano López, después de haber estado más de una semana en Los Teques. Como equipaje solamente: un maletín con escasa vestimenta y otros enseres personales, y además una jaula que daba hospedaje a un periquito adiestrado para sacar de una gavetita un ticket que contenía, por solo una locha, (12 ½ céntimos de bolívar) unas letras dedicadas a la buena suerte.
Su presencia, más por el periquito que por así mismo, causó admiración y niños, jóvenes, personas maduras y viejos, acudían en donde se paraba, tanto en el Pueblo Arriba (cerca de la iglesia), como en el Pueblo Abajo (a la sombra del matapalo o los bucares de Los Traposos) para adquirir la papeletica.
Pronto hizo amigos de “tragos”, porque los sábados los dos botiquines (Bares) del pueblo se llenaban de clientes y Pericoco acompañado de su jaula y periquito, tenían mercado seguro, y varios brindis de gratis.
Quienes conocemos a Carrizal desde hace algunas décadas, sabemos que los habitantes nativos son hospitalarios, amigables y desprendidos. En ocasión de una fiesta en El Ingenio, finca de los Pérez, dedicada a caña, frutales y otras siembras (en otro tiempo fue industria de papelón, alfondoque, melcocha, ron claro de alambique casero y venta de melaza para ganado de corral).
Pericoco dejó en receso la jaula y tranquilo al perico, y formó parte de la parranda formada por hombres y mujeres que salían contentos para el punto antes indicado. En el curso de la diversión, amenizaba al ritmo de arpa, maraca y buche y el ir y venir del aguardiente, tuvo informaciones de personas lugareñas que le  interesaron, y aprovecho el alborozo para averiguar todo aquello relacionado con “aparecidos, espantos y tesoros”.
El dicho reza: “Borracho ni cochino, pierden tino”, evidenció sus resultados en el “jaulero” como lo apodaban la “gente bien” del pueblo, al fijar en la memoria lo que le produjo mayor impacto: “El Tesoro del Trapiche”. La casa del propietario estaba en la parte alta y la molienda o Ingenio abajo. Al regresar a Carrizal, el día siguiente, guardó con detalles en su mente cada uno de los datos obtenidos.
Pronto buscó el más confiable de sus amigos “de tragos” y lo invito a sacar las “Morocotas” de El Ingenio, a lo que accedió después de saborear algunos “palitos”, el invitado, luego de preguntas y repreguntas sobre el asunto. Era una de de esas noches bien oscuras y cargadas de nieblas; llevaron a escondidas hierros de trabajo, una botellas de caña blanca y en una lata de leche klim preparada para luz, una vela para iluminar el camino; largo sería contar los chascos, resbalones, sustos y ocultamientos en el trayecto. Tres horas después arribaron al sitio. Reconocieron bajo la oscuridad de la media noche el posible espacio en el cuál “salía el muerto” y usando una chícura, emprendieron la jornada “desenterradora”.
Mucho tiempo utilizaron asestando golpes en el suelo y oyendo en lontananza el ladrido de los perros, que denunciaban la presencia de extraños en los aledaños, cuando de repente un ruido ensordecedor detuvo el trabajo y al tratar de reanular la faena, un trueno más sonoro que el primero y un rayo muy refulgente despejó la negritud, impulsando al acompañante de Pericoco a correr desaforado y tembloroso cerro arriba. “El Pajarero” también asustado se tendió sobre un matorral y esperó lo peor.
Ninguno de los buscones se volvieron a ver durante meses y por casualidad hubo el encuentro en Ocumare del Tuy, cuando Pantoja (apellido del acompañante Pericoco) entró en una pulpería e identificó a su amigo por tanto tiempo ausente;
Pericoco era dueño del establecimiento comercial y tan pronto como se identificaron, familiarmente recordaron el pasado.
Pantoja regresó a Carrizal y en menos de lo esperado contó a sus relacionados el encuentro que había tenido en Ocumare del Tuy, diciendo entre cosas que su amigo Pericoco le había regalado una “Morocota” de las que había sacado en “El Ingenio”, en donde quedaron muchas más.
Le contó  “El Pajarero” que cuando tenía los bolsillos repletos de monedas de oro apareció un hombre alto, de color blanco, vestido de liqui-liqui con un machete enfundado en el cinto, quien le ordenó con voz de mando salir de la Finca inmediatamente o lo sepultaba en el mismo hueco, si no obedecía;  solicitud que rápidamente desató fuerte tormenta (rayos, truenos y aguas torrentosa) imposición del “aparecido” que llenó de terror a Pericoco y en carrera inusitada pero con los bolsillos llenos, abandonó “El Ingenio” a sabiendas que habían quedado miles de Morocatas en el hueco.
Pericoco había sacado una parte del tesoro y solo recompensó a su amigo con una “morocota”, pero el muerto de “El  Ingenio” sigue cuidando su riqueza, como lo dice Don Eloy Camejo, dueño actual de una extensa porción de tierras en Los Vecinos. Los rumores aseguran que hay valientes tan osados que de vez en cuando escarban el agujero para ver si Pericoco dijo la verdad o se llevó lo que existía bajo la promesa de pagar cien misas por el descanso del alma de aquel hombre que se le presentó en el momento en que desenterraba las morocotas.
Las hablillas de muchos pobladores de la vecindad, denotan que sigue “saliendo el Muerto” y con voz susurrante manifiestan en la intimidad que todavía hay suficientes “Morocotas”.
El único recuerdo que dejó “Pericoco” de su estadía en Carrizal, fue la jaula dejada por él y que la hija hoy difunta de Don Mariano López, guardó por mucho tiempo luego de poner en libertad, el perico.
 






San Juan Bautista de Carrizal

SAN JUAN BAUTISTA DE CARRIZAL



Carrizal cuando fue elevada a la categoría de Parroquia Eclesiástica el 17 de abril de 1826, recibió el nombre de San Juan Bautista, invocando así el nombre del santo en quien los esclavos y feligreses entregaban sus anhelos.  El informe del Provisor y Vicario del Arzobispado debió ser de la mejor defensa a favor de la tan anhelada parroquia, tanto que la respuesta de la jerarquía superior fue positiva.  Previamente  cuántas veces tal petición fue denegada.
Hoy Carrizal, en el estado Miranda rinde, una vez más, culto a su Santo Patrono a través de manifestaciones de fe, actos culturales y  educativos,  trabajos folklóricos, actividades históricas, todas de identidad regional, típicas de nuestro estado.
Como sabemos la historia de Carrizal esta pletórica  de pasajes e historias que reflejan las luchas de sus fundadores de origen isleño,  ayudados luego por esclavos negros e indígenas en su afán de construir una ciudad en estos parajes de apetecido clima y abundantes manantiales. Previamente, estas tierras habían visto las hazañas titánicas de ese gigante indígena de la libertad: Guaicaipuro junto a Chacao, Paramaconi, Epoima, Baruta, toda la familia Acaguáima, en su lucha sin cuartel para detener al invasor. Podemos decir con Rubenángel Hurtado: 
  
Piernas de araguaney, pecho de mangle
brazos de bosque antiguo
tu rostro de tabaco y de metales
sacudía relámpagos de vidrio
flecha y arco y el grito
delgado de tu flecha silenciosa
flecha y arco midiendo territorios
cobrando y recobrando tierra y sueños
flecha y arco y el odio
                            lamiéndote las huellas y el miedo
espadas, cruces, cascos
                                llenaron la epidermis de tu suelo                                            
                                                  
 Fueron más de cuarenta años de intensas batallas para evitar que el conquistador llegara. Aún resuenan  en las innumerables cuevas del indio los gritos de Epoima y sus valientes durante el rescate de Uquira, de la mano vil y lasciva del invasor asombrado ante su belleza exótica. Más de un episodio ocurrió en que las irrisorias fundaciones de poblados fueran arrasadas. Muchas de esas luchas se libraron acá. Muy cerca de Carrizal queda Suruapo lugar del asentamiento del líder. Por supuesto que la superioridad de las armas  y las enfermedades para las cuales no se habían generado anticuerpos pudieron mas, junto a la maldad del invasor, que sin escrúpulos envenenaba las aguas de beber. Se cuenta  que los europeos se percataron de las enfermedades nuevas en los indígenas y , perversamente, colocaban en las quebradas y bebederos prendas de vestir curtidas de uso casi permanente. Nuevas cepas de virus y bacterias  se sembraban. Sin saberlo, habían inventado la guerra bacteriológica.
Es bien sabida la existencia de oro en estas empinadas colinas.  Los españoles explotaron las minas  de oro del área de la quebrada Santa María hasta bien entrado el siglo 19. Se dice que el realista Monteverde logro extraer gran cantidad del metal, el cual  escondió antes de ser derrotado definitivamente.
Por su lado las luchas de sus habitantes para lograr una parroquia eclesiástica mantuvieron en vilo a varias generaciones. Siempre fueron rechazadas sus solicitudes. El argumento utilizado era siempre el mismo: “son muy pobres, no tienen ni con que  pagarle a un sacerdote”. Un hecho de gran importancia ocurre cuando don José Manuel Álvarez en abril de l827 dona una enorme extensión de terreno para la producción agrícola y pecuaria. La  única condición que puso era que con las ganancias generadas se construyera una escuela y se pagara el maestro. Mayor acto de altruismo. Por eso Don José Manuel Álvarez pasó a la historia de Carrizal como su  gran  filántropo. No quería Don José Manuel que los niños de Carrizal crecieran  sin instruirse  y sin recibir las enseñanzas cristianas mínimas.
Carrizal siempre fue lugar apetecible para vivir, trabajar y levantar la familia.  Hoy día esta ciudad exhibe un alto grado de empleo, muy distinto a otras localidades del país. Es innegable que adolecemos de muchísimas obras públicas, vialidad entre las más críticas, al igual que una política de viviendas, ambas de relativa fácil solución. La autonomía municipal, otro hito histórico de gran trascendencia en la evolución de Carrizal hecho ocurrido en enero de 1990, ha resuelto algunos problemas, falta mucho por hacer, Si trabajamos con tesón y amor, lo lograremos. Unidos podemos.

El Muerto del Pozo

EL MUERTO DEL POZO


Cuentan que en marzo de 1863, el gobierno de José Antonio Páez había preparado las fuerzas que actuarían contra los revolucionarios de Los Altos Mirandinos,  quienes oponían resistencia en los Ocumitos, Agua Fría, las Escaleritas, los Anaucos, San Diego y Carrizal.  
En los verdes parajes solitarios de la fila montañosa de Santa María, vivía un matrimonio sin hijos, personas pacíficas y trabajadoras. El señor cultivaba sus tierras, mientras su esposa se hacía cargo de la casa. En ese entonces había muy poca gente en los alrededores y ciertos trechos en los caminos, eran sólo brechas que levantaban unas “polvaredas” que dejaban ciego a cualquiera.
Cierto día llegaron a estos escondidos predios, unos soldados que se habían perdido entre la espesura de las intrincadas  montañas “alteñas”, quienes huían de los feroces huestes de Páez. Tenían mucha hambre y sed porque llevaban días caminando bajo las adversidades e inclemencias climáticas de la zona.
Al ver al señor que trabajaba en su conuco, “no muy lejos de su propiedad”, se acercaron.
— ¡buenas tardes! —saludaron.
— ¡buenas tardes! —Contestó el señor, dejando su labor y echándose aire con el sombrero—. ¿Qué les trae por acá?
—Estamos huyendo de los feroces soldados de Páez y por desconocer la zona, estamos perdidos, no hemos descansado en días y estamos casi muriendo de hambre y sed —respondió uno de los hombres.
—Vamos a encontrarnos con nuestros soldados que resisten en Los Ocumitos—dijo el otro.
—pues todavía les queda mucho camino, les comentó el lugareño.
—¿no tendrá un poco de agua y si es posible, algo de comida que nos regale? —preguntó uno de los extraños.
— ¡qué caray!, me acabo de tomar el último trago —respondió el campesino— pero si no tienen prisa, mi casa está cerca y tengo un pozo y mi esposa, les preparará comida.
—No, no tenemos prisa, vamos —dijeron los hombres.
El señor se apresuró a levantar sus aparejos; estaba contento porque, como era raro que alguien pasara por el lugar, la visita de gente era una novedad y se aprovechaba para saber cosas de lejos y se enteraría de cómo estaba la guerra. Así que sin desconfiar, llevó a los hombres hasta su casa; al llegar les presentó a su esposa y éstos saludaron quitándose el sombrero.
Los hombres bebieron toda el agua que pudieron e igualmente comieron, ya que llevaban días sin probar alimento y platicaron largo rato. La tarde iba cayendo y la luna dejaba ver sus primeros rayos. Los hombres no dieron muestras de marcharse, se veía que estaban a gusto. Entonces el señor y su esposa, les prepararon un catre con algunas ramas para que pudiesen dormir. Muy avanzada la noche, un grito se escuchó haciendo eco a lo lejos...
Nadie sabe qué ocurrió, pero cuentan que los extraños se pusieron de acuerdo para robarle al señor lo poco que tenía y como éste, se resistió, lo amarraron con unas cadenas y lo echaron al pozo. La luna fue la única testigo de aquel suceso; de su esposa, así como de los hombres, no volvió a saberse nada.
Desde entonces, hay noches en que en el pozo de ese lugar aislado de la fila montañosa de Santa María, se oye mucho ruido. Quien lo ha oído, dice que el muerto logra salir y arrastra sus cadenas mientras llora entristecido; dicen que vaga en busca de su esposa desaparecida y de los desalmados que lo mataron. La gente que pasa por ahí muy de mañana comenta que se pueden ver claramente, alrededor del pozo, las huellas de unos pies encadenados.

Omar Aponte