A mediados del siglo XX, las condiciones
de trabajo generadas por la revolución industrial en los países que adoptaron
este modo de producción eran lamentables. La jornada de trabajo se extendía por
más de doce horas; la disciplina laboral era controlada por capataces que
castigaban duramente a quienes no cumplían con las pautas de trabajo
establecidas; las condiciones de higiene y salubridad eran deplorables; la
conscripción de trabajadores se realizaba indiscriminadamente entre hombres,
mujeres y niños. Ante los abusos de la patronal, los trabajadores comenzaron a
organizarse y mediante huelgas y manifestaciones callejeras pretendían hacer
valer sus derechos. En noviembre de 1884, una organización de trabajadores
llamada Federación Americana de Trabajo (American Federation of Labor) celebró
su IV Congreso en la ciudad estadounidense de Chicago. En esa reunión, los
representantes de los trabajadores propusieron que a partir del 1º de mayo de
1886 la patronal debería respetar la jornada de 8 horas y si así no lo hicieran
los trabajadores irían a la huelga. Como respuesta a esta situación, el
presidente de los Estados Unidos, Andrew Johnson, promulgó una ley que
establecía que la duración de la jornada laboral sería de 8 horas. Esta ley no
fue acatada por el sector patronal, por ende, las organizaciones de
trabajadores declararon la huelga y se movilizaron reclamando por sus derechos.
Durante la manifestación realizada en Chicago, la policía reprimió brutalmente
a los obreros; también estalló una bomba que causó la muerte de varios
policías.
Por ese hecho, fueron encarcelados los
oradores del acto y otros participantes anarquistas, a quienes se les inició
juicio acusándolos de conspiración y asesinato y se trató de probar una
culpabilidad que no pudo ser demostrada durante el proceso; pese a lo cual, de
los ocho hombres acusados se condenó a dos de ellos a prisión perpetua, a otro
a 15 años de trabajos forzados y los cinco restantes fueron condenados a morir
en la horca: Adolf Fisher, alemán de 30 años, periodista; Albert Parsons,
estadounidense de 39 años, periodista, se probó que no estuvo en el lugar y
aunque no fue tomado preso se entregó a la policía para estar con sus
compañeros; Los mártires de Chicago. Georg Engel, alemán de 50 años, tipógrafo;
Hessois Auguste Spies, alemán de 51 años, periodista; Louis Linng, alemán de 22
años, carpintero. Para no ser ejecutado en la horca se suicidó en su celda.
La fuerza de la organización obrera se
extendió a distintos países del mundo. En 1889, se conformó la Segunda Internacional
de los trabajadores; durante su primer congreso realizado en París en
conmemoración de la Revolución Francesa, sus integrantes -Argentina estuvo
representada por Alejo Peyret vinculado al socialismo francés- adoptaron una
resolución respecto del 1° de Mayo como el día en que los trabajadores debían
demandar a los poderes públicos y obligarlos a reducir legalmente a ocho horas
la jornada de trabajo.
Se había elegido ese día en alusión
expresa a los mártires de Chicago. Días después del acto, los trabajadores
entregaron un documento al Congreso Nacional argentino, solicitando que se
reconociera la jornada de 8 horas. Esta situación introducía a los trabajadores
no sólo como actores en un reclamo económico, sino abriendo una brecha para su
participación política en el sistema institucional. Durante el curso de la
celebración del 1º de mayo de 1890, en Argentina los participantes decidieron,
además, la conformación de la primera federación obrera y el inicio de la
publicación de un periódico para difundir ideas que ayudaran en la organización
y fortalecimiento de los sectores trabajadores. El primer periódico fue El
Obrero, dirigido por Germán Ave Lallemant. A partir de 1890, comenzaron a
realizarse todos los años, en cantidad creciente de países, actos en los que
los trabajadores planteaban ante las patronales y los gobiernos sus
reivindicaciones económicas y políticas. En Argentina, los actos del 1º de mayo
cada vez congregaban una concurrencia mayor, lo que preocupaba al sector
patronal y a los gobiernos que, a veces, reaccionaban con violencia ante esas
manifestaciones. Para los socialistas el 1° de Mayo tenía el carácter de una
jornada festiva, esta caracterización fue explicitada en el manifiesto del 1º
de mayo de 1890: "¡Trabajadores! Compañeras, compañeros: ¡Salud! ¡Viva el
primero de mayo: día de fiesta obrera universal!".
El 1° de Mayo en la actualidad tiene
múltiples significaciones para las distintas corrientes político-ideológicas
que conforman la sociedad. Para unos es un día de lucha, de
reivindicación de los derechos de los trabajadores y para otros es un día de
festejo, de hermandad entre los trabajadores.