miércoles, 11 de marzo de 2015

Caciques de Venezuela VII

CACIQUES DE VENEZUELA
VII


Nuestros aborígenes (V) - Caciques Legendarios


El cacique  Epoima, anhelaba vengar la muerte de Sorocaima, pero el gran amor que sentía por su mujer y sus hijas, además de contar con pocos guerreros, lo obligó a razonar y llegar a la conclusión de que no había posibilidades de vencer y de seguir en la guerra.  Por tal motivo, a pesar de su arrojo y valentía, decidió consultar al cacique Baruta, para intentar  conversaciones con los invasores.
A la muerte de Guaicaipuro,  Uquira al lado de Baruta, colocaron los restos del cacique en una vasija mortuoria y durante ocho días, de acuerdo con la tradición caribe, le cantaron sus proezas en los rituales que dirigía el Piache de la tribu Teque.  Con instrumentos  musicales  tocaban música fúnebre.  La vasija con los restos del cacique estaba adornada con  cañas  labradas; el sepulcro i había sido acondicionado para el l viaje del guerrero, con sus armas, provisión de bebidas y comidas para que le alcanzaran a llegar al paraje donde lo esperaban sus padres, parientes y amigos cercanos.
Urquía recibió de manos del Piache el penacho del inmortal guerrero, para colocarla sobre la cabeza de Baruta, quien con humildad recibió el signo de las cuatro plumas rojas, que había cubierto la orgullosa frente del jefe Teque y  Caraca.  Cuando el penacho fue colocado en  la frente de Baruta, Urquía le dijo en alta voz: “...Sean éstas plumas rojas el símbolo de la sangre de tu padre y de tu pueblo derramadas por el invasor que viene a arrebatarnos nuestra tierra.  Defiéndelas con honor…”.
Así lo hizo Baruta.  Tomo parte en casi todos los encuentros que se efectuaron entonces.  En veces luchó en alianza con Tamanaco y Terepaima. No obstante, en un enfrentamiento , fue hecho prisionero y conducido ante Garcí González de Silva, quien  para ese momento era el Regidor del Cabildo; lo llena de toda clase d atenciones y le explica el plan que tiene España para desarrollar la zona y darle  bienestar a sus pobladores.  Asimismo, le ofreció la libertad a cambio de que conversara con su gente y firmara un tratado de paz.
Baruta, para obtener su libertad y seguir la lucha en contra de los invasores  acepto;  al narrarles la proposición  a sus hombres de confianza, éstos  opinaron que el ofrecimiento era honorable y razonable.
Le manifestaron que era hora de recobrar  fuerzas y que  la mayor parte de los jefes habían convenido en firmar la paz.
Garcí González, cumplió lo prometido.  La capitulación de Baruta fue honrosa, pero ya no quiso usar más el penacho que la princesa Uquira había colocado sobre su cabeza.
Baruta fue un gran jefe en la paz y sus hombres utilizaron ahora sus energías para reconstruir caneyes y atender a sus familias.  Los españoles respetaron su autoridad y sus costumbres, aunque  fueron progresivamente incorporándose a la cultura ibérica.  Al morir, Baruta fue honrado con el mismo rito con el cual fue enterrado su padre el gran Guaicaipuro.
Más tarde el Gobernador Francisco de La Hoz Berríos, construyó en su honor, en el sitio donde vivió el cacique, una Parroquia con el nombre de San Francisco de Paula de Baruta.  El acta lleva fecha 19 de agosto de 1620.  (Alonso Andrea de Ledesma escribió en 1594): incluso, un poco antes, en Acta del Cabildo de Caracas de 1591, se menciona a Baruta….”
Finalmente, en el libro más antiguo de la parroquia Baruta, que data de 1655, se designa a ésta parroquia con el nombre de Nuestra Señora del Rosario de Baruta, que aún tiene. 

Fue el reconocimiento de un conquistador a uno de los más valientes y cultos caciques con el que tuvieron el honor de luchar.

Caciques de Venezuela VI

CACIQUES DE VENEZUELA
PARTE VI

 Guaicaipuro, mortalmente herido, seguía luchando sin dar cuartel .  Entro  con su hija al caney,  para tomar aliento, pero los españoles prendieron fuego a la morada ;después de ver morir a su hija Tibisay, el guerrero salió a dar su última batalla, la cual, durante muchos años recordaron los aguerridos teque,  a sus sucesores que antes de morir, el indómito cacique gritó a sus enemigos: “...Vengan extranjeros, a ver morir al último hombre libre de estas tierras…”, para finalmente caer abatido bajo arcabuces, sables y lanzas de los invasores, no sin antes dar muerte a varios de ellos.
No hay precisión del lugar exacto en el cual cayó el jefe indígena, pero se sabe que ocurrió en las inmediaciones del actual San José de los Altos, en la zona denominada Suruapo ó Suruapay donde tenía su asentamiento.
Corría el año 1568 y el plan de conquista avanzaba vorazmente, aunque los aborígenes no se rendían.
Deseoso de vengar las muertes de su guerrero alumno Tiuna y del ejemplar  Guaicaipuro, muere peleando contra las tropas de Diego de Losada, el cacique Catia, en una llanada que hoy llamamos Los Teques.
En 1569, ya existían evidencias de que muchos jefes aborígenes estaban agotados por la lucha armada , desolación y muertes. Sin embargo, los españoles en vez de pactar acuerdos, decidieron atemorizarlos al máximo.  Para ello crearon tribunales que actuaban en forma sumaria,  23 caciques fueran encontrados culpables de conspiración y condenados a muerte.
sorocaimaLos pseudos-jueces no contentos con esto, encomendaron la ejecución de los indígenas esclavizados. Sorocaima, Llegó a convertirse en hombre de confianza y uno de los lugartenientes de Guaicaipuro y a la muerte de éste, quedó como jefe guerrero bajo el mando de Epoima o Conopoima.  Sorocaima actuaba con mucha independencia de criterio, liderizando grupos de indígenas  con carácter de jefe.  Era el encargado de cortarles el paso a los españoles a las montañas de Los Teques, en donde causó muchos estragos a las tropas españolas, pues utilizó como punto estratégico, la conocida Cueva del Indio (Vuelta Larga - Los Teques).
En 1570 participó en los ataques contra la recién fundada Santiago de León de Caracas,.  Por este hecho, Diego de Losada lo persiguió a muerte y Sorocaima tuvo que refugiare en sus tierras desde donde atacaba constantemente a los españoles.
Deseosos de eliminar el problema, los españoles lo emboscaron en el sitio de Los Carrizales, el cual según crónicas,era su escondite.En plena batalla Garci González de Silva dio con un pozo donde habían mujeres indígenas tomando un baño, diversión favorita de los Caribe, a las cuales capturaron y obligaron a revelar el lugar donde se encontraba Sorocaima, quien fue sorprendido y apresado, en tanto que el Cacique Conopoima y sus valientes guerreros, seguían resistiendo en encarnizados combates.
Ante este hecho y ávidos de terminar el combate rápidamente, González decide utilizar a Sorocaima quien fue apresado y utilizado como carnada ;los españoles  en alta voz, para que lo escucharan todos los guerreros, dijo que el jefe indígena perdería su mano derecha a menos que se rindieran.  En cuyo caso, se les perdonaría la vida a todos.  Es allí cuando el jefe Sorocaima, hablando en su propia lengua grito  a sus guerreros: “...ATAQUEN CON FUERZA, MIS VALIENTES, QUE LOS ESPAÑOLES NO TIENEN MUCHA GENTE...”.
 Sin vacilar, estiró el brazo para que la amputaran la mano derecha, acción que fue llevada a cabo por oficiales al mando de Garci González.  Los escritores Baralt y Oviedo y Baños explican que los soldados españoles se comportaron como vulgares torturadores sanguinarios, ya que no sólo le amputaron la mano derecha, sino que le buscaron la coyuntura de la muñeca, le levantaron la piel y luego le cercenaron la mano.  Sorocaima, como todo un guerrero Caribe, resistió el inmenso dolor que  le produjo la herida y no expresó ningún quejido; ninguno de sus músculos faciales se movió para revelar padecimiento alguno.
Completada la cobarde faena, Sorocaima pidió que le entregaran su mano, la tomó y la izó como si fuera un trofeo, en un gesto que reflejaba por igual el valor y la grandeza de su raza.
Impresionado Garcí González, ordenó su libertad; sin embargo, uno de los soldados le disparó  por la espalda, cuando avanzaba hacia sus hombres... 





Caciques de Venezuela V

CACIQUES DE VENEZUELA
Parte V

 El 25 de Julio de 1567, día de Santiago Apóstol, patrono de España, Diego de Losada reorganizó sus tropas y con un fuerte pelotón, logra fundar la ciudad de Santiago de León de Caracas, con lo cual obtuvo, al menos por ahora, el control de la región.
En 1568, como ya se dijo, Guaicaipuro y sus aliados perdieron  la gran oportunidad de expulsar al extranjero en Maracapana, en la batalla en la que participarían todas las tribus aliadas.  Tiuna llegó puntual a aquella región cercana a Caracas con casi 4000 hombres, unido a los caciques Guaicamacuto y Aricabuto. Estaban listos  Naiquatá, Uripatá, Acarigua, Mamacurí, Querequemare, Prepocunate, Araguaire y Guarauguta con 7000 guerreros.  Chacao y Baruta también llegaron.
 Guaicaipuro que debía presentarse con 2000 guerreros, no llegó al sitio debido posiblemente a una fuerte lluvia que no dejaba avanzar sus tropas, lo que agravaba la situación, pues, era él precisamente, el coordinador general de la batalla.  Tampoco habían podido arribar  Paramaconi, Urimare y Paramacay  quienes  debían participar con 2000  tarmas.
Los jefes se impacientaban.  Llegó el mediodía y nada se sabía de Guaicaipuro.  Comenzó entonces a cundir la desconfianza y a bajarse los ánimos.  Al avanzar la tarde, algunos caciques comenzaron a retirarse, pero otros, motivados por el cacique Tiuna decidieron presentar batalla.
Diego de Losada recibió la noticia del ataque de los indígenas y con la calma que siempre le caracterizó, se puso su uniforme militar, calzó sus botas, tomó sus armas y salió a enfrentar el gravísimo peligro en que se hallaba.  Se reunió con los  jefes de infantería y procedieron a  dar batalla de inmediato. Con sus lanceros se abrió camino, luego dejó que los infantes cortaran a discreción los cuerpos semidesnudos de aquellos valientes caribe que  cansados de viajar y de esperar por horas las órdenes, tenían ahora la obligación de defender su honor.
La batalla fue desastrosa para la coalición, aquel día previsto por Guaicaipuro y su consejo de guerra para la expulsión del invasor, sirvió más bien para afianzar el dominio español sobre el hermoso valle de los Caraca.  Los caciques decidieron retirarse, pero el orgullo guerrero de Tiuna se negaba a aceptar la derrota.  Presentó batalla a Losada y en voz alta lo desafió a medirse de hombre a hombre.
Losada acepto pero  delegó el reto en Francisco Maldonado, quien montó en su caballo y con lanza en ristres se dirigió a matar al jefe indígena.  Tiuna lo hirió en el muslo, lo tumbó del caballo y estuvo a punto de matarlo si no hubieran intervenido rápidamente los jefes de infantería Gallegos, Pinto y San Juan.  Tiuna hirió a Gallegos privándolo del sentido; atravesó el brazo de San Juan y estaba a punto de golpear a Pinto con su garrote, cuando según las crónicas, un indígena que actuaba bajo las órdenes de Maldonado, lo atacó por la espalda y lo atraveso con una flecha .  Así terminó la batalla de Maracapana y la vida de este valeroso cacique.
Derrotados en forma contundente, la coalición se disolvió y los jefes regresaron a sus tierras.  Guaicaipuro con el orgullo profundamente herido,  regresa a Suruapo, pero su espíritu inquieto de  guerrero no lo dejó en paz. Ese mismo año reorganizó sus tropas y con toda la pasión caribe, atacó a Diego de Losada causando grandes destrozos y muchas muertes.
Losada, en un ataque de cólera y fuera de sí, ordenó al Alcalde Francisco Infante el ataque a Guaicaipuro en el propio sitio de Suruapo, hasta ese momento baluarte invencible.  Infante usó entonces la siguiente estrategia: buscó indígenas pacificados y fieles a España que conocieran el modo de llegar a la vivienda del cacique, protegida por escarpada montañas de la zona y por los aguerridos hombres de Guaicaipuro. 
Logrado ese objetivo, partió entonces con 80 hombres y su fiel lugarteniente Sancho del Villar.  Sobre la media noche llegaron a Suruapo por un camino desprotegido y penetraron hacia el caney del jefe indígena. Infante cubrió la retaguardia con 25 soldados y el resto acompañó a del Villar. 
Guaicaipuro se dio cuenta del peligro, pero era ya demasiado tarde.  Tomó la espada de su antiguo enemigo Rodríguez Suárez y con ella dio muerte a los primeros  que lo atacaron, pero la sorpresa lo dejó sin resguardo frente a medio centenar de hombres bien armados.
La noche favoreció a los españoles.  Los indígenas salieron a defender a su jefe, pero los arcabuces, las espadas y, sobre todo la sorpresa hicieron añicos la  resistencia indígena.
Las mujeres y los niños lloraban y gritaban espantados por el horror...