CACIQUES DE VENEZUELA
VII
El cacique Epoima, anhelaba vengar la muerte de Sorocaima, pero el gran amor que sentía por su mujer y sus hijas, además de contar con pocos guerreros, lo obligó a razonar y llegar a la conclusión de que no había posibilidades de vencer y de seguir en la guerra. Por tal motivo, a pesar de su arrojo y valentía, decidió consultar al cacique Baruta, para intentar conversaciones con los invasores.
A la muerte de Guaicaipuro, Uquira al lado de Baruta, colocaron los
restos del cacique en una vasija mortuoria y durante ocho días, de acuerdo con
la tradición caribe, le cantaron sus proezas en los rituales que dirigía el
Piache de la tribu Teque. Con
instrumentos musicales tocaban música fúnebre. La vasija con los restos del cacique estaba
adornada con cañas labradas; el sepulcro i había sido
acondicionado para el l viaje del guerrero, con sus armas, provisión de bebidas
y comidas para que le alcanzaran a llegar al paraje donde lo esperaban sus
padres, parientes y amigos cercanos.
Urquía recibió de manos del Piache el penacho del
inmortal guerrero, para colocarla sobre la cabeza de Baruta, quien con
humildad recibió el signo de las cuatro plumas rojas, que había cubierto la
orgullosa frente del jefe Teque y Caraca.
Cuando el penacho fue colocado en
la frente de Baruta, Urquía le dijo en alta voz: “...Sean
éstas plumas rojas el símbolo de la sangre de tu padre y de tu pueblo
derramadas por el invasor que viene a arrebatarnos nuestra tierra. Defiéndelas con honor…”.
Así lo hizo Baruta. Tomo parte en casi todos los encuentros que
se efectuaron entonces. En veces luchó
en alianza con Tamanaco y Terepaima. No obstante, en un enfrentamiento , fue
hecho prisionero y conducido ante Garcí González de Silva, quien para ese momento era el Regidor del Cabildo;
lo llena de toda clase d atenciones y le explica el plan que tiene España para
desarrollar la zona y darle bienestar a
sus pobladores. Asimismo, le ofreció la
libertad a cambio de que conversara con su gente y firmara un tratado de paz.
Baruta, para obtener su libertad y seguir la lucha en contra de los
invasores acepto; al narrarles la proposición a sus hombres de confianza, éstos opinaron que el ofrecimiento era honorable y
razonable.
Le manifestaron que era hora de recobrar fuerzas y que la mayor parte de los jefes habían convenido
en firmar la paz.
Garcí González, cumplió lo prometido. La capitulación de Baruta fue honrosa,
pero ya no quiso usar más el penacho que la princesa Uquira había colocado
sobre su cabeza.
Baruta fue un gran jefe en la paz y sus hombres utilizaron ahora sus energías
para reconstruir caneyes y atender a sus familias. Los españoles respetaron su autoridad y sus
costumbres, aunque fueron
progresivamente incorporándose a la cultura ibérica. Al morir, Baruta fue honrado con el mismo
rito con el cual fue enterrado su padre el gran Guaicaipuro.
Más tarde el Gobernador Francisco de La Hoz Berríos , construyó
en su honor, en el sitio donde vivió el cacique, una Parroquia con el nombre de
San Francisco de Paula de Baruta. El acta
lleva fecha 19 de agosto de 1620. (Alonso
Andrea de Ledesma escribió en 1594): incluso, un poco antes, en Acta del
Cabildo de Caracas de 1591, se menciona a Baruta….”
Finalmente, en el libro más antiguo de la parroquia
Baruta, que data de 1655, se designa a ésta parroquia con el nombre de Nuestra
Señora del Rosario de Baruta, que aún tiene.
Fue el reconocimiento de un conquistador a uno de
los más valientes y cultos caciques con el que tuvieron el honor de luchar.