martes, 2 de julio de 2013

Historia de Carrizal (XIV). Quebradas y caminos de Carrizal

CRÓNICAS DE LAS COMUNIDADES
CARRIZAL EN LA HISTORIA (XIII)

Por la plaza Las Américas se abre camino la carretera que conduce a San Diego.  Antiguamente era un camino serpenteado que remontaba la orilla de la quebrada más extensa y larga del municipio Carrizal, que corresponde al río o quebrada del mismo nombre.  Esta quebrada nace de dos manantiales, provenientes del piedemonte del sector Llano Alto, al noreste de la Escuela Granja y al sur de la comunidad Barrialito. En su curso recibe los vertederos que siguen: Quebrada Yerbabuena (constituida por los riachuelos de Barola y Las Peonías), Los Pozotes, Corralito, San Pablo, Santa Isabel, que derivan a su vez de las nacientes Los Altares y Guarataro, Aquilino y el Hondón de Pan de Azúcar. La quebrada Carrizal, desemboca luego de su largo recorrido en el río San Pedro, entre los puntos de Zenda y Carrizalito, de la Carretera Los Teques- Antímano, para  reunirse con el río Macarao para posteriormente formar el río Guaire.
Camino de Barola a Los Budares
Otro de los caminos de Carrizal, salía desde la "pata" de un árbol que se conocía en aquel entonces como “El Lechero” ubicado en los "Malabares", junto a la referida plaza Las Américas, y bordeaba la falda de un cerro anteriormente llamado “La Chancleta”, sitio hoy llamado Calle la Dificultad, lleno de casas por cuya cuesta y costados se llega a Barola, Barrialito, Lomas de Urquía y los Budares.  Por allí el camino se viene en picada hacia San Antonio de los Altos y atraviesa Don Blas.
De allí de San Antonio había otro ramal que desde Las Minas, venia por las haciendas de café que atravesaban San Vicente y Santa Isabel, cerca de la Urbanización Club de Campo y desde allí iba al otro lado de la montaña, faldeando Altos de Pipe para caer en Las Adjuntas.
El principal camino de la población era el que conducía a Los Teques, que es el mismo  por donde pasa la carretera actual, sólo que contaba con más curvas y pendientes hasta salir a Corralito. Anteriormente lugar despoblado, hoy colmado de fábricas, casas, quintas y los sectores “Sal si puedes”, “matadero Carrizal”, la entrada a las comunidades “La Ladera”, “José Manuel Álvarez” y “Amigos Reunidos”.
Antes de poblarse el sector Corralito, se hacía una parada obligatoria, en la pulpería de Eduardo Bermúdez, sitio que tenía detalles de ser una ranchería; por allí pasaba  el ganado que llevaban o volvían de Carrizal a los Teques o viceversa.
Actualmente el sector es el epicentro de una vida comercial e industrial muy activa, y lo que anteriormente resultó ser una “Alcabala”, hoy es un suntuoso centro comercial, que podemos considerar como el más grande de los Altos Mirandinos, llamado Centro Comercial La Cascada.
Anteriormente el sitio estuvo poblado de quintas, lo que fue la primera avanzada en el desarrollo del pueblo; posteriormente cuando comenzaron a construir la carretera, empezaron a cederle el puesto a las fábricas.
Las lomas que constituían éste maravilloso paisaje estaban colmadas de carrizos, cebadilla y paja brava, sustituidos posteriormente por pinares y fábricas.
Centro Comercial La Cascada
El otro camino antiguo que conducía a los Teques y por ende a Caracas, era el que subía por el cerro Pan de Azúcar y de allí bajaba a los Teques por el sitio que hoy conocemos como Barrio el Nacional.  Por muchos años fue arteria de tráfico y comunicación con esta localidad.
A finales de los años cuarenta y mediados de los cincuenta, una nueva urbanización de montaña pasaba a engrosar la oferta de posibilidades urbanísticos a disposición de los caraqueños de la época. Era la urbanización Colinas de Carrizal la cual contaba entre sus atractivos con un clima fresco, de agradable temperatura templada y una hermosa laguna sembrada de peces que le conferían un encanto especial a la nueva zona a poblar.





lunes, 1 de julio de 2013

Historia de Carrizal (XIII). Plaza Bolívar y Plaza las Américas.

CRÓNICAS DE LAS COMUNIDADES
CARRIZAL EN LA HISTORIA (XII)


Como es bien sabido por todos, Don José Manuel Álvarez, donó los terrenos en donde está fundada Carrizal y evidentemente tenía fijada su residencia en el pueblo. 
 Al transcurrir los años al frente de la Iglesia, llamado por los lugareños “el copo de la loma” estaba una casa que fue de Rafael Encarnación Pérez León y éste a su vez la cedió a Luís Peña;  la casa desmejoró mucho, razón por la cual decidieron demolerla aproximadamente en el año 1944; en ese lugar comenzaron a construir la plaza principal del pueblo, hoy Plaza Bolívar.
En esos terrenos donde está la plaza había una población  de yagrumos, algunos muy viejos, en donde, según la imaginería popular, José Manuel Álvarez prevenido de que robaran su fortuna durante las guerras que hostigaron ésta localidad después de la Batalla de Carabobo, enterró dos cajas de morocotas de oro fino de la llamadas “El Águila”, lugar que vigilaba constantemente.
A los pocos meses del “entierro”, falleció don José Manuel Álvarez en la ciudad de los Teques.  La noticia del posible “entierro” se propagó por todo el pueblo e incluso a las poblaciones aledañas a Carrizal;  imagínense estimados lectores la procesión de personas entre “propias y extrañas”, familiares o no del difunto, solos o en grupos, en madrugadas tormentosas, con abundante neblina, bajo cualquier inclemencia del tiempo, buscarían el tan ansiado tesoro, pues el enigma de dónde estaba, se lo llevó el difunto1.
Los más creyentes en asuntos misteriosos, se colocaban en lugares estratégicos cercanos a la plaza y “tabaco y ron” en mano, cual chamanes en trance, invocaban la presencia del alma del difunto y realizaban toda clase de “sesiones”, esperando alguna clase de respuesta acerca del lugar donde estaba el escondite.

La plaza Bolívar de Carrizal en la actualidad se emplaza en una zona de elevación, con escaleras a su alrededor en  una zona totalmente plana.  También está bordeada por un espacio abierto con abundante vegetación característica de la zona y en el centro hay un bello pedestal con la estatua pedestre del Libertador, lugar en donde nadie sospecharía  que  están “enterradas” dos cajas repletas de monedas de oro puro.
La otra plaza existente en Carrizal, es la Plaza Las Américas. Antes allí hubo una casita que fue de Mariano López, la cual fue demolida para hacer la plaza. Está ubicada en el cruce de la calle Las Flores y la Calle Bolívar, ésta última por mucho tiempo fue llamada la Calle de Abajo, la cual en las “fiestas patronales” o de “San Juan Bautista”  se convertía en una inmensa manga de coleo que desde “Los Malabares” hasta la actual ferretería “Tenampa” hacían los vecinos con bambúes cortados en los riachuelos o quebradas aledaños.
Bajo aquel clima colmado de neblina; de pantanosos caminos vecinales rodeado de verduras, hortalizas, “monte y culebra”, con pantalones arremangados hasta las corvas, los vecinos bajaban hasta la quebrada que cruzaba la “vega” en donde había un árbol de los llamados “Lechero”, muy grande, que cubría con sus ramajes un gran espacio, en donde fue construida la plazoleta (Las Américas), en Los Malabares, que antes no era esquina, sino la apertura de un varios caminos.  Uno que conduce a San Diego y pasa por el sitio de Los Vecinos, amplios cafetales hoy convertidos en ranchos y casas; otro hacia la falda del cerro anteriormente llamado “La Chancleta”, hoy denominada Calle La Dificultad o la Calle Sucre; otro que viene de la Calle Arriba ó Calle del “topo de la loma” (hoy Iglesia San Juan Bautista de Carrizal) y el otro que va a la Calle de Abajo ó Calle Bolívar.

Al pozo que se hacía en esa quebrada de agua limpia y solitaria denominada Carrizal, en ese lugar, llegaban a bañarse los muchachos que estaban iniciándose en la escuela, también las damas cuarentonas del poblado ya que a esas aguas se les atribuía una determinadas virtudes, así como un gran valor medicinal debido la riqueza en sales minerales que contienen sus aguas. Asimismo, el pozo le servía de hospedaje a viajeros, quienes llegaban al sitio y se detenían a hacer sus sancochos para seguir su ruta.
El otro sitio que había para bañarse, era la quebrada del sitio “La Carbonera”, que está hoy a un costado de la Panamericana, anteriormente llamado “El Pozo de Cajigal”, hoy con serios problemas de contaminación y completamente cercado por ranchos y casas.

 
  1. Véase Encantos, duendes y aparecidos y...algo más de Carrizal.  Aníbal Laydera Villalobos.  Págs. 27, 28, 29


Historia de Carrizal (XII). Iglesia de Carrizal

CRÓNICAS DE LAS COMUNIDADES
CARRIZAL EN LA HISTORIA (XI)


Aquella primera iglesia que construyeron los vecinos de Carrizal en 1812, y que bautizaron “Capilla de la Virgen del Carmen”, se mantuvo largo tiempo en el mismo sitio, hasta que fue demolida debido al deterioro.
Este nuevo templo fue levantado en el mismo lugar en donde estuvo la primera iglesia de San Juan Bautista, identificada en nuestro número anterior, la cual constaba de una sola nave, techo de teja, piso de ladrillo, edificada con los aportes de los vecinos, personas de recursos económicos holgados y con la participación y  trabajo de los feligreses , entre los años 1854 a 1869.
En lo referente al templo actual y la casa parroquial construidos, no se ha encontrado ningún documento sobre el título de propiedad de los mismos, aunque se tienen datos  a través de las crónicas publicadas por el escritor Carlos Báez Bello, ya fallecido y la Guía General de Venezuela, publicada en el año 1933, por F. Benet, ciudadano de nacionalidad española, quienes concuerdan que el templo fue culminado definitivamente en el año 1930, con la ayuda del General Juan Vicente Gómez  y del General José Rafael Luque (Presidente del Estado), los feligreses, entre los que se cuenta don Lucio Ochoa, el cura párroco de entonces José Encarnación Pérez León, hijo ilustre de Carrizal con la colaboración de los vecinos construyeron las naves laterales y la casa parroquial posteriormente.
Para entonces, según el censo del año 1936, Carrizal estaba constituido por los caseríos Corralito, El Ingenio, Guareguarito, Las Adjuntas y Barrialito.  Tenía 288 casas y 1305 habitantes de los cuales 684 eran varones y 681 hembras.
Según la “Guía General de Venezuela de 1933”, la economía de Carrizal estaba basada en dos aspectos básicos: Primero: el comercio y el Segundo: ganadería y agricultura. Los comerciantes del entonces eran: Pablo Guárate, Francisco R. Hernández, Toribio Landaeta y Francisco Matamoros. Los hacendados y ganaderos eran: José G. Abreu, Teófilo González, Toribio A. Landaeta, José Pérez, Dr. Eduardo Pérez Benítez, Miguel Sánchez y Adolfo A. Silva.
Los feligreses devotos, colocaron la imagen de la Virgen del Carmen al costado de la iglesia (al lado de la hoy Biblioteca Epoima). En el año 2003, el cura párroco José Gregorio González, canceló el nicho debido a que los amigos de lo ajeno se metían a robar la iglesia por ese espacio.
En el año 1997, según Carlos Augusto Graterol Matamoros, quien fuera Asesor para el rescate de la Iglesia San Juan Bautista, patrimonio artístico de Carrizal, en documento suscrito por el Consejo Parroquial, de fecha 01 de marzo de 1997, entre otras observaciones textualmente expone:
Don Lucio Ochoa
“...Actualmente a iglesia se encuentra en estado de deterioro ya que presenta filtraciones en paredes y techos, puertas deterioradas, cableados eléctricos externos impropios, y  se corre el riesgo de cortos circuitos y posibles incendios.
La cúpula del campanario esta bastante  deteriorada debido a las filtraciones que han traído como consecuencia que el friso de la pared se desprenda y afecte el mortero con que están unidos los ladrillos que conforman la estructura de la misma, que a largo plazo podría producir un desplazamiento de la cúpula debido al peso y a los empujes laterales que éste produce; en pocas palabras se derrumbaría...
...Los pisos internos se encuentran en mal estado de conservación debido a que hace muchos años no son sometidos a una limpieza a fondo.  La reposición de baldosas se ha hecho con descuido sin tomar en cuenta si el color de las terracotas usadas se asemejan o no a las baldosas del antiguo piso de la iglesia y obviando por completo algún procedimiento que deje el piso un color parejo...
De igual manera Graterol, hizo apreciaciones sobre el Sagrario, el cual se encuentra ubicado en la nave oeste de la iglesia;  el presbiterio consta del altar central, escalinatas y descanso;  las imágenes que en su totalidad en el entonces son de aproximadamente cuarenta (40), distribuidas así: 10 en la iglesia, 10 en la Casa Parroquial, 5 en el Salón Parroquial y el resto estaba en custodia de algunas  familias del pueblo;  los retablos, posiblemente de la época colonial, uno esta ubicado en la Capilla del Santísimo Sacramento y el otro sobre un altar en el Bautisterio de la iglesia; las campanas y el bautisterio, ubicado en la nave este de la iglesia.Para finalizar en el año 2006 la Alcaldía dono e hizo instalar en la cupula tres relojes electrónicos campanarios, que  dan la hora con campanadas y la señalan en los relojes. Interpretan algunos himnos cada hora.


Historia de Carrizal (XI). Primeros Asentamientos

CRÓNICAS DE LAS COMUNIDADES
CARRIZAL EN LA HISTORIA (XI)

Vista Nor by IBEDACA
Lugar de los primeros
asentamientos de Carrizal
Los primeros asentamientos en Carrizal, estuvieron extendidos sobre la loma que da hacia los Budares, Llano Alto y Barrialito, loma ésta que se pierde hacia el sur en profundos declives, y es atravesado por un riachuelo que baña las alargadas vegas y cañadas pobladas de cafetales.
Por muchos años el pueblo estuvo suspendido inmóvil en su mirador, y desde allí dominaba los azulosos montes que se pierden más allá de los Valles del Tuy.
En el corazón del pueblo quedaba la tímida y pequeña iglesia, blanca y serena, llamada La Ermita, abrazada al cementerio, circunvalado además de casas de bahareque y techos de paja.  Otras quedaban algo más separadas y se escondían entre lomas cercanas, hasta que algún tiempo después algunos habitantes construyeron sus casas más abajo, hacia las vegas.
 Allí la gente vivía y aceptaba calladamente la vida, tal como ésta viniera.   Nacían y crecían entre el conuco, tal como nacen las flores silvestres, con sus capullos húmedos por el intenso frío, brillantes como los ojos de un leopardo en una noche de cacería.
Un  hombre que no se resignó a vivir como un “convidado de piedra” fue don Pancho Díaz Rodríguez, quien se vino de la zona alta, posteriormente llamada “pueblo arriba”, llena de árboles y cafetales y fundó su casa donde luego estuvo una de las primeras oficina de correos del municipio (casa de la familia Díaz Sotomayor frente a la actual Plaza Las Américas) que llamarían pueblo abajo”.  
Don Pancho fue reconocido en su tiempo como uno de los “facultos” de la población,  personas que existen en los pueblos, de los más preparados,  capaces, con mayor cultura, casi siempre autodidactas, que se convierten por ende, en eje y centro de la vida del pueblo. Fue recordado por haber sido maestro de la escuela, maestro de la capilla de la iglesia y secretario de la Jefatura Civil; por ser, además, un honorable hacendado, productor de café, bondadoso, buen esposo y de sanas costumbres, exagerado en el buen comer, lo cual lo convirtió en hombre gordo, aunque no se le veía el exceso porque era de buena estatura;  no le importaba los días de semana reunirse con dos o tres acompañantes y pasarse una tardecita en algún “bar” del pueblo, a “echarse unos palos” de algún buen licor, conversando, entre chistes y canciones; de allí,  candorosamente se iba a su casa.
En el nuevo asiento el sol brillaba mas, aunque esporádicamente, sobre los techos nuevos de las  también nuevas viviendas y parecía que desde las profundidades de la tierra surgía el sagrado pan cual “maná” caído del cielo para alimentar a los recientes pobladores del asentamiento en evolución; este nuevo sector tenía algunas características particulares que gustaban a algunos e incomodaban a otros pues se perdía la mirada hacia lo lejano, pero ganaba la cercanía a las vegas, dejando al “pueblo viejo” asi como desamparado y sólo.
Las callosas manos de los hombres jamas estuvieron ociosas.  Nunca se olvidaron de los hierros de construcción, ni de los vasitos colmados de aguardiente, que en  largas mañanas, frías tardes y lluviosas noches, daban alegría  en el pecho de los hombres y sus rostros mostraban un poco de animación al tener la esperanza de poseer su propia iglesia.
Hombres, mujeres y niños diariamente, sin descanso, bajaban y subían desde el riachuelo que pasaba por los malabares, trayendo  agua para hacer los bloques para la construcción de la iglesia y las mujeres hacían alimento para todos con insumos que adquirían en la pulpería de Nicasio Ochoa (frente al estadium) y de Juan González (en los Malabares), al tiempo que lavaban la ropa de sus maridos e hijos, entre charlas, risas, alegrías y cantos, por la obra que estaban ejecutando.
El corazón de los habitantes comenzó a alentarse al ver construida su iglesia en una pequeña loma que se encontraba bajando de “pueblo arriba”. Tenía una sola nave pequeña en forma de gota de agua. Finalizada su construcción el cielo descargó su bendición sobre las vegas profusamente sembradas de quinchoncho, maíz, yuca, ñame, ocumo, café, cambures, naranjas, etc.,  razón por la cual los habitantes sintieron esa agradable brisa con olor a comodidad y olvido de tantas necesidades.
El primer párroco de la iglesia fue el presbítero Juan Ramírez en el año de 1877; en el año de 1895 pasó a ser el párroco el padre Juan Fonseca, bajo cuya administración, le alargaron la nave central.  Cuando llegó el cura hijo ilustre de Carrizal Rafael Encarnación Pérez León, se construyeron las otras dos naves las cuales le dieron su actual forma...







Historia de Carrizal (X). Documento de la Donación y Límites

CRÓNICAS DE LAS COMUNIDADES
CARRIZAL EN LA HISTORIA (X)


En el documento de donación, don José Manuel Álvarez comienza por afirmar textualmente que: “La rusticidad en que se crían los jóvenes de éste pueblo es, por no haber medios con que establecer y sostener una escuela para su educación y sean útiles a Dios, a la República, a sus padres y a sí mismos”… “Que por el amor con que ve a éste lugar de donde el es oriundo, por el bien de la humanidad y el de su alma, cede, de su libre y espontánea voluntad, haciendo gracia y donación intervivos en beneficio de este indicado pueblo y su posteridad…”
Luego de esa exposición, procedió a establecer los linderos a donar con todo detalle, son los siguientes: “...Por el naciente, el alto de la loma de Los Vecinos derecho al Alto del Paují y cabeceras de la quebrada Paují.  De allí en línea recta a buscar la puerta del Potrerito de Don Juan de León y de ésta línea al poniente a la Puerta del Guamo y al alto del cerro llamado Cañaón, siguiendo la fila de éste cerro hasta su puerta, incluyendo de ésta todas las vertientes de la quebrada llamada Corralito hasta su boca (la que desagua en la quebrada de Los Peñones) al norte; de ésta boca derecho hasta al alto y picacho de Potrero Grande; de allí derecho a buscar las adjuntas de las quebradas Aguadita con la que baja de las Minas, siguiendo la quebrada que baja de las Aguaditas hasta su origen que comienza en la punta de la pedrera de Los Budares y de ésta, derecho al lado de la loma de Los Vecinos, primer lindero del naciente”.
El terreno que donaba al pueblo lo debía poner en arrendamiento por medio de un diputado,  sus solares así como sus cultivos, entre los mismos vecinos, y con su producto poner, pagar y establecer la escuela del pueblo y en ella admitir a los niños varones, a los fines de que fuesen enseñados y educados.
Transcurrido un año, le dio a los habitantes del pueblo posesión real y efectiva de dichos terrenos, para lo que reunió en su casa de habitación al cura y a todos los padres de familia.

En esa noche gélida y fatigosa, ante la mirada inerte de las pocas estrellas que entre la compacta bruma se podían divisar cuesta arriba en la calle, los hombres con su profundo olor a monte y sus alpargatas hendiendo la tierra floja, iban llegando a la morada de Don José Manuel, canturreandito, llevando a cuestas su esperanza hacia la “casa grande”, rodeada de corredores; envuelta en plantas de jardinería y cafetales.
Allí, el dueño de la hacienda don José Manuel Álvarez, blanco, bigote retinto y muy cuidado, barba aseada en punta, manta de terciopelo, conjuntamente con el cura capellán José de los Ángeles Pérez, quien aún estando enfermo de un mal pasajero, se reunió con los hombres del pueblo y entre cafés y puros leyó y ratificó la donación que les hiciera del terreno, para que “sin conocer ni reconocer otro dueño, más que al pueblo”, lo disfrutasen, sólo con la condición de donar una corta cantidad de dinero de lo recaudado por sus solares y labranzas a beneficio de la escuela, beneficio que redundaba en todos y cada uno de ellos.
Entusiasmados los hombres, mujeres y también los niños del pueblo, comenzaron la construcción de la escuela posiblemente de bahareque o de paredes de tierra pisada con techo de caña amarga, como solían ser las edificaciones a esa altura del siglo, poniéndole tanto empeño que pocos meses más tarde, comenzó a funcionar la escuela.
La Junta Parroquial de los vecinos, presidida por el nuevo Alcalde Parroquial José Gabriel León, levantó el censo de personas, con la ubicación de sus solares y siembras; calculaban además, lo que debían pagar por concepto de arrendamiento.  Esto daba un total de ciento cincuenta pesos, cantidad suficiente para que la escuela tuviese un “Preceptor” de calidad.
Se debía admitir en la escuela la mitad de los niños de la parroquia sin exigir de sus padres pago alguno, prefiriendo a los pobres.  La otra mitad, si sus padres tenían posibilidades, pagarían por cartilla 4 reales, por silabario 5 reales, por libro 6 reales y por escribir y contar 8 reales;  se les debería impartir además, educación religiosa y serían mandados a la iglesia para que aprendiesen a ayudar con la misa y los sábados por la tarde tendrían catecismo.
Al Preceptor se le fijaron normas pedagógicas para el trato con los alumnos sobre todo en lo que a corrección y disciplina se refería, adecuadas, claro está, a la rigidez de la época, por lo que no debería ser demasiado severo con los niños.  No debería injuriarlos ni maltratarlos y en caso de tener que castigarlos, no debería excederse de seis azotes con disciplina.
Debía ser un dechado de virtudes; sobre todo dar buen ejemplo a los niños, aparte de tener gratitud de sus padres. El primer maestro fue el señor Juan Manuel Soto y como suplentes quedaron Tomas García y Juan José Rodríguez...






Historia de Carrizal (IX). Donación de José Manuel Álvarez

CRÓNICAS DE LAS COMUNDADES
CARRIZAL EN LA HISTORIA (IX)


Para la creación de la parroquia de Carrizal, se tomaron diversas porciones de las parroquias colindantes.  La que perdió más terreno y habitantes fue la de los Teques.  Para la fijación de linderos, se siguieron las mismas indicaciones formuladas en 1811: “...De las adjuntas de los ríos de Los Teques y Carrizal por línea recta hacia el sur por el sitio que llaman La Peñita que se halla en el camino de pueblo de Los Teques a Carrizal a buscar el picacho de Santa María; por la misma línea hasta la Quebrada del Tambor.  De aquí corriendo al Naciente por dicha Quebrada del Tambor; de allí atravesando la de Paracotos para buscar siempre al Naciente el Alto de Guareguarito.
De allí corriente al Norte por el picacho de Guareguare a buscar la boca de la Quebrada Honda y siguiendo siempre derecho al Norte por el Alto que llaman de la Puerta hasta el Alto de Caricuao y de este punto corre al Poniente a buscar el lugar de Piedra Redonda y por la misma línea de las adjuntas de los ríos de los Teques y El Carrizal…”.
Éste terreno así deslindado, le habían dado los peritos una cabida de legua y tres cuartos de Naciente a Poniente y tres leguas largas de Norte a sur.
Se solicitó el nombramiento del presbítero José de los Ángeles Pérez, como cura de la nueva parroquia. El padre Pérez se enferma de cuidado y en su lugar es propuesto el presbítero José Antonio Yánez.  Sin embargo, se llega a restablecer y el 24 de enero de 1827 es nombrado el padre Pérez, párroco de Carrizal.
Carrizal  al igual que los otros pueblos de los Altos, comienza con una vecindad dispersa, arraigada allí en aquellos lomajes; en los pequeños valles y vertientes que poco a poco se asientan.
Tienen una pequeña capilla, tienen su cura y su alcalde, por lo tanto aspiran a ser pueblo.  Como viven en aquellas tierras ajenas y su título es precario, tratan de adquirir un pedazo de tierra para el pueblo, tal como lo decía una escritura realizada el 9 de febrero de 1825, realizada por los habitantes del pueblo de Carrizal, pero ésta compra nunca llegaron a realizarla.
Don José Manuel Álvarez, nacido y vecino de Carrizal, había sido mayordomo de los Madríz.  Ya independiente por su esfuerzo y economía, adquirió de doña Rosalía Madríz el día 11 de noviembre de 1823, los derechos que ésta tenía en las tierras de Los Teques y Carrizal.  Esta parte equivalía a 2.200 fanegadas, pero fijó su derecho en Carrizal, con límites que iban desde Guareguare, lindando con San Diego; la quebrada de las Vueltas para salir al camino real en Mata de los Picachos, camino real de Los Picachos, Puerta del Guásimo y Alto del Burro.
Después compró otro derecho el año 1826 a Teresa Urbina quien había heredado de su sobrino Bartolomé Ascanio.  Aumentaron sus tierras que comprendían ahora, donde estaba edificado el pueblo.
Más José Manuel, hombre generoso, de gran corazón, estaba dolido por la ignorancia con que se estaba criando la juventud y por la inseguridad de vivienda de los vecinos quienes estaban expuestos al desalojo de sus solares, resolvió donar al pueblo una porción de sus terrenos, con la condición de que las rentas que obtuviesen, fuesen invertidos en la construcción de una escuela.
Ésta Donación tiene como fecha el 12 de febrero de 1827, ante don José Gabriel León, Alcalde 2º Parroquial del pueblo San Juan Bautista de Carrizal, porque él era el Primer Alcalde.
Es un documento hermoso que en su rústica simplicidad posee acentos de poema, de versos, de cánticos, que con alabanza, con sabor a caridad, a compasión, a afecto que con altruismo, desinterés y filantropía, hace a sus coterráneos la donación de los terrenos que hoy ocupa nuestros municipios.

En la próxima entrega haremos del conocimiento de nuestros lectores, aspectos interesantes acerca el documento de la donación de nuestro José Manuel Álvarez.

Historia de Carrizal (VIII). Obispo Mariano Martí

CRÓNICAS DE LAS COMUNIDADES
CARRIZAL EN LA HISTORIA (VII)

Cuando Martí visitó  estas poblaciones y creó la parroquia  Los Teques, incluyó en esa jurisdicción a Carrizal,  unida por mucho tiempo en lo social, político, familiar y económico.  Sus nexos eran estrechos dada la cercanía de los dos pueblos, pero una vez que Carrizal comenzó a crecer, nació también su deseo de aspirar  a ser entidad independiente, lo cual  sumó también los aires de independencia que corrían en esos días.
A principios de 1811 los vecinos de Carrizal encabezados por José Felipe y José Manuel Álvarez se dirigieron al Arzobispo pidiendo la creación de su parroquia.  El padre Miguel Santana, cura párroco de Los Teques, se opuso a tal división.   Alegaba que las rentas de su curato disminuirían en una tercera parte; que no era necesaria tal división pues él atendía muy bien a toda la feligresía y que además sólo los Álvarez pretendían tal desmembramiento con la finalidad de que el Juez no tuviera intervención en ellos.
Fachada antigua ubicada en Los Teques
Ésta situación caldeó los ánimos entre los habitantes de Carrizal y se creó un estado de tensión entre el padre Santana y los feligreses que se manifestaba hasta en los pequeños detalles. Los habitantes del poblado habían terminado de construir una capilla en honor a la Virgen del Carmen y estaban tan orgullosos de ella que querían hacer una gran fiesta para su inauguración.
Como su párroco era el padre Santana tenían que invitarlo y así lo hicieron mediante  carta suscrita por José Manuel Álvarez, pero sólo para que hiciera acto de presencia, pues a la vez invitaron a otro sacerdote para que oficiara la misa y predicara el sermón.
Al padre Santana le disgustó aquel gesto y se retiró del pueblo e inmediatamente se dirigió al Arzobispo quien no le tenía mucho afecto al padre Santana por sus actividades revolucionarias y le dio la razón a los vecinos alegando que si ellos pagaban los aranceles debidos eran libres de llevar a cualquier cura para que oficiara la misa en las fiestas.
Ésta situación entre el padre Santana, el Arzobispo y los feligreses de Carrizal continuó agudizándose por lo que el Arzobispo ordenó abrir la correspondiente información y ordenó a levantar un plano de toda la región;  nombró a don Silvestre Crespo vecino de Los Teques, a don Dionisio González vecino de Carrizal y al presbítero José Antonio Rolo para que recorrieran el terreno, fijaran los linderos y firmaran el plano.
Los peritos nombrados cumplieron su encargo; recorrieron toda la región y a los efectos del peritaje propusieron tomar de la parroquia  los Teques una legua, de naciente a poniente por dos y media de norte a sur; Carrizal contaba ya con cerca de cuatrocientos habitantes; de San Antonio tomaron dos cuartos de legua de naciente a poniente por cinco cuartos de legua de norte a sur, con aproximadamente doscientos habitantes.  De San Diego tomaron un terreno de tres cuartos de legua de naciente a poniente por una y media  sin habitantes y de Paracotos una legua de naciente a poniente por media legua de norte a sur con sesenta habitantes.
La Guerra de Independencia impidió que  cristalizara el proyecto de la nueva parroquia   en virtud de que una gran cantidad de  hombres se alistaron en el ejército patriótico y la consiguiente pobreza por razones de guerra, por lo que el Arzobispo declaró, muy a su pesar, la erección del curato de Carrizal en sentencia fechada el día 02 de mayo de 1818...

Historia de Carrizal (VI).

CRONICAS DE LAS COMUNIDADES
CARRIZAL EN LA HISTORIA (VI)

Una de las herederas de las tierras de los Teque, Doña Josefa Ascanio y Tovar, mujer de don Juan Mijares, conservó la sexta parte de su herencia, la cual pasó a sus herederos.  Algunos de ellos fundaron haciendas en la parte de Carrizal.  Entre ellos los Mijares, los Vegas y los Ascanio.  A su vez, sus herederos, habían vendido sus  derechos a otras personas. El 6 de septiembre de 1824, la señora Camila Madríz, vende al señor Juan José Rodríguez, vecino de San Antonio, el derecho y acción que le corresponde en las tierras de Carrizal.  Ninguno de los otorgantes sabía firmar, según el testimonio del escribano público Manuel Gómez, ante quien se otorgó la escritura; luego de esto, los herederos del Conde de la Granja, también comenzaron a vender sus propiedades, en un convenio de partición realizado ante un Tribunal el día 9 de febrero de 1825.
El señor Tomás Martínez Guardia, fue el representante de la señora Rosalía Madríz, una de las propietarias más fuertes; era quien cobraba los arrendamientos de doña Rosalía quien ya había vendido gran parte de sus derechos a José Manuel Álvarez.
En dicho convenio de partición, las partes acordaron respetar las ventas hechas anteriormente y no vender más terrenos mientras no se efectuara la división total de las tierras, con excepción de un terreno que habían ofrecido comprar los vecinos de El Carrizal “...suficiente para el pueblo que se trata de fundar…”, a lo que todos los contratantes convinieron vender una legua de tierra a éstos vecinos, aunque la venta nunca llegó a realizarse.
Las casas se habían ido asentando en un pequeño recodo, casi donde se inicia el pequeño valle que se desenvuelve junto al riachuelo manso de aguas herrumbrosas, donde las colinas son suaves, de amorosa mansedumbre, que se prolongan hasta Corralito en medio de otro hilillo terso de agua fina.  A los costados del sur y al oeste, cae bruscamente la tierra, despeñándose en áridas laderas hacia Paracotos y Tácata.
Por los otros lados, las colinas se empinan ásperas; se hacen más altas hacia Los Budares, cerca de los límites con San Antonio y hacia Pan de Azúcar donde voltean hacia Los Teques.
Todos los Altos Mirandinos dependían eclesiásticamente de Los Teques. La parte más poblada y más antigua era San Diego, todo lo demás eran vecindades dispersas en esa vasta geografía montañosa. Aumenta la población y comienzan a sentirse las dificultades por lo alejado del  centro parroquial y los problemas de las vías de la comunicación.
Los habitantes del pueblo de Carrizal, encabezados por Manuel Pérez, Domingo Francisco Pérez, Juan Campos y otros apoyaron rotundamente a San Antonio y elevaron un memorial al Obispo en el cual expresaban textualmente: “ Fue un pleito largo, con testimonios, traslados y deposiciones.  A pesar de lo atinado de su petición, no obtuvieron capellán y siguieron unidos a San Diego".