MUERE DE TERESA DE LA PARRA
23 DE ABRIL DE 1936
Ana Teresa del Rosario Parra Sanojo fue una escritora
venezolana más conocida como Teresa de la Parra, quien realmente nació en París
en 1889, pero para ese entonces sus padres se encontraban fortuitamente en esa
ciudad. Luego de dos años llegó a
Venezuela con su familia la cual formaba parte de la aristocracia venezolana ya
que su Padre era un terrateniente. Pasó su infancia en la hacienda de caña
"El Tazón", cercana a Caracas.
Luego de morir su padre repentinamente, cuando ella era una niña de 11 años
su familia decidió fijar residencia en Europa. Se mudaron a Valencia, España, y
Teresa fue internada en el Colegio religioso Sagrado Corazón. Allí comenzó a
expresar su inquietud por la poesía.
En 1909, sin haber cumplido aún los 20 años, compuso unos versos para el
día de la Beatificación de la Madre Magdalena Sofía Barat. En el festejo
recibió el primero de los muchos reconocimientos que obt a lo largo de su vida;
el primer premio escolar.
En 1910, los Parra Sanojo volvieron
a Caracas y se instalaron en una casa de estilo colonial, situada entre las
esquinas de Torre y Veroes. En las tertulias que allí se organizaban y en
frecuentes reuniones que se daban en los cafés o "botellerías" de la
Caracas de principios del siglo XX, la joven escritora tomó apuntes sobre los
modismos del español caraqueño, de sus maneras, de sus variantes.
Diferentes editoras venezolanas se interesaron por su escritura, y así sus
relatos fueron noticiados en El Universal y en la revista Lectura Semanal. En
estos periódicos publicó bajo el seudónimo de Fru-Fru, cuentos como: Un evangelio indio,
Buda y la leprosa y Flor de loto,
una leyenda japonesa.
Algunos de los cuentos fantásticos que publicó fueron: El ermitaño del
reloj, El genio del pesacartas y La historia de la señorita grano de polvo,
bailarina del sol.
Asimismo, en 1920 publicó en la revista Actualidades, dirigida por Rómulo
Gallegos, su "Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente", que
en realidad es una ficción basada en las cartas enviadas por su hermana en
numeroso viajes. Animada por el éxito alcanzado por sus artículos y cuentos
publicados en los periódicos caraqueños, se dedicó con entusiasmo a la tarea de
leer y escribir, y comenzó el Diario de una Señorita que escribió
porque se fastidiaba.
En 1921, a los 32 años, su nombre sonó en todos los oídos de la comunidad
literaria venezolana; no es para nadie sorpresa que, con motivo de la visita
del príncipe de Borbón a Venezuela, se le asignó la tarea de escribir un discurso en
respuesta al que ofreció doña Paz de Borbón en homenaje a las mujeres
venezolanas. En esta ocasión recibió grandes elogios por la profundidad
de su pensamiento y por su encanto prosístico.
En 1923 se trasladó a Paris. En 1924 publicó bajo el seudónimo de
Teresa de la Parra, su primera y más famosa novela Ifigenia, con la que
participó en un concurso literario en París, auspiciado por el Instituto
Hispanoamericano de la Cultura Francesa, con la cual obtuvo el primer premio.
Su fama creció hasta convertirse en una de las escritoras más destacadas de
Latinoamérica y colocarse a un lado de Gabriela Mistral, con la que mantuvo una
estrecha amistad.
Los años que van de 1928 a 1930 son de intensa actividad para la escritora;
fue invitada a Cuba, luego pasó por Caracas y posteriormente viajó a Munich, en
el marco de un festival literario dedicado a Wagner; publicó en 1929 su segunda
novela, Memorias
de Mamá Blanca, la cual escribió en un viaje a Suiza.
Terminada su travesía, en 1931 se instaló definitivamente en Europa. Llevó
en proyecto una biografía de Simón
Bolívar, por quien sentía gran admiración. Pero no logró terminarla,
debido a que en esos días se manifestaron los síntomas de una grave enfermedad
pulmonar.
Para intentar recuperarse se internó en un sanatorio suizo, desde donde
mantuvo viva correspondencia con sus amigos. Los deseos de recuperación que recibió
de muchas partes de poco le sirvieron, pues su salud empeoró progresivamente.
La crítica situación europea que antecedió a la Segunda Guerra Mundial la
obligaron a abandonar Suiza; se trasladó entonces al sanatorio de La Fuenfría,
en la Sierra de Guadarrama, a pocos kilómetros de Madrid.
En 1934 se le diagnostica una bronquitis asmática, que finalmente acabó con
su vida el 23 de abril de 1936, cuando contaba con 46 años de edad. Para el
momento de su muerte la acompañaban su madre, Isabel Sanojo de Parra; su
hermana María y su amiga Lydia Cabrera, escritora cubana quien le dedicó a
Teresa su libro Cuentos negros.
Sus restos, sepultados en el cementerio de Almudena, fueron repatriados en
1947 al panteón familiar Parra Sanojo y finalmente al cumplirse el centenario
de su nacimiento fueron llevados el 7 de noviembre de 1989 al Panteón Nacional
de Venezuela.