DÍA
DE LA DIVERSIDAD CULTURAL
Nuestra
diversidad cultural es patrimonio común de la humanidad. Es una fuente de
renovación de las ideas y las sociedades que nos permite abrirnos a los demás y
concebir nuevas formas de pensar. Esta diversidad es una oportunidad para la
paz y el desarrollo sostenible. En la recta final para alcanzar los Objetivos
de Desarrollo del Milenio, la UNESCO reafirma su alegato y su acción en favor
del vínculo que une la cultura y el desarrollo sostenible. La resolución
aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 2013,
en que se reconoce el papel de la cultura como motor y facilitador del
desarrollo sostenible, es una invitación para movilizar más aún el potencial de
la diversidad cultural.
Esta
diversidad es un valiosísimo recurso para alcanzar los objetivos de desarrollo,
ya se trate de combatir la pobreza, promover la igualdad de género, la
educación de calidad o los derechos humanos, y debemos incorporarla plenamente
en las estrategias mundiales de desarrollo sostenible.
El
Informe sobre la Economía Creativa de las Naciones Unidas, preparado
conjuntamente por la UNESCO y el PNUD en 2013, mostró que el crecimiento de la
economía creativa era de los más rápidos del mundo. En efecto, el comercio
mundial de bienes y servicios creativos alcanzó en 2011 el nivel sin
precedentes de 624.000 millones de dólares, dos veces más que en 2002. Nuestra
diversidad cultural, que abarca desde la concepción hasta la producción de
productos audiovisuales, desde el espectáculo vivo hasta los nuevos medios de
comunicación, desde la edición hasta las artes visuales, es una diversidad
creadora. Genera empleos e ingresos, lleva consigo identidades y referencias
colectivas, y contribuye, de esa forma, en nuestro mundo globalizado, a la
cohesión social y a la autoestima.
En
esta doble índole, económica y cultural, radica el gran mérito de los bienes y
servicios culturales. Es una especificidad que responde a la creciente demanda
de políticas más integradas, capaces de incluir al mismo tiempo las dimensiones
económicas, sociales y ambientales del desarrollo. La cultura no es una
mercancía más, y este principio reconocido en el plano internacional por la
Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones
Culturales, aprobada en 2005, es el hilo conductor para elaborar estrategias de
desarrollo más innovadoras y más sostenibles.
Vivimos
en la era de los límites -límites de nuestros recursos, límites de nuestro
planeta- y nuestra respuesta debe consistir en liberar el recurso renovable más
poderoso con que contamos, la inteligencia y la creatividad humanas. Nuestra diversidad
cultural es un estímulo para la creatividad. Invertir en esta creatividad puede
transformar a las sociedades. Nos incumbe desarrollar en los jóvenes la
educación y las competencias interculturales para mantener viva la diversidad
de nuestro mundo y aprender a obrar juntos, en la diversidad de nuestras
lenguas, culturas y religiones y generar así el cambio.
Exhorto
hoy a todos los Estados Miembros de la UNESCO a que transmitan este mensaje al
más alto nivel, a fin de integrar la cultura y la diversidad cultural en la
agenda de desarrollo sostenible después de 2015. Hagamos de la cultura una
prioridad, ahora mismo.
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