CACIQUES DE VENEZUELA
Parte V
El 25 de Julio de 1567, día de Santiago Apóstol,
patrono de España, Diego de Losada reorganizó sus tropas y con un fuerte pelotón,
logra fundar la ciudad de Santiago de León de Caracas, con lo cual obtuvo, al
menos por ahora, el control de la región.
En 1568, como ya se dijo, Guaicaipuro y sus aliados
perdieron la gran oportunidad de
expulsar al extranjero en Maracapana, en la batalla en la que participarían
todas las tribus aliadas. Tiuna llegó
puntual a aquella región cercana a Caracas con casi 4000 hombres, unido a los
caciques Guaicamacuto y Aricabuto. Estaban listos Naiquatá, Uripatá, Acarigua, Mamacurí,
Querequemare, Prepocunate, Araguaire y Guarauguta con 7000 guerreros. Chacao y Baruta también llegaron.
Guaicaipuro
que debía presentarse con 2000 guerreros, no llegó al sitio debido posiblemente
a una fuerte lluvia que no dejaba avanzar sus tropas, lo que agravaba la
situación, pues, era él precisamente, el coordinador general de la
batalla. Tampoco habían podido arribar Paramaconi, Urimare y Paramacay quienes debían participar con 2000 tarmas.
Los jefes se impacientaban. Llegó el mediodía y nada se sabía de
Guaicaipuro. Comenzó entonces a cundir
la desconfianza y a bajarse los ánimos.
Al avanzar la tarde, algunos caciques comenzaron a retirarse, pero
otros, motivados por el cacique Tiuna decidieron presentar batalla.
Diego de Losada recibió la noticia del ataque de
los indígenas y con la calma que siempre le caracterizó, se puso su uniforme
militar, calzó sus botas, tomó sus armas y salió a enfrentar el gravísimo
peligro en que se hallaba. Se reunió con
los jefes de infantería y procedieron
a dar batalla de inmediato. Con sus
lanceros se abrió camino, luego dejó que los infantes cortaran a discreción los
cuerpos semidesnudos de aquellos valientes caribe que cansados de viajar y de esperar por horas las órdenes,
tenían ahora la obligación de defender su honor.
La batalla fue desastrosa para la coalición, aquel
día previsto por Guaicaipuro y su consejo de guerra para la expulsión del
invasor, sirvió más bien para afianzar el dominio español sobre el hermoso
valle de los Caraca. Los caciques
decidieron retirarse, pero el orgullo guerrero de Tiuna se negaba a aceptar la
derrota. Presentó batalla a Losada y en
voz alta lo desafió a medirse de hombre a hombre.
Losada acepto pero delegó el reto en Francisco Maldonado, quien
montó en su caballo y con lanza en ristres se dirigió a matar al jefe
indígena. Tiuna lo hirió en el muslo, lo
tumbó del caballo y estuvo a punto de matarlo si no hubieran intervenido
rápidamente los jefes de infantería Gallegos, Pinto y San Juan. Tiuna hirió a Gallegos privándolo del
sentido; atravesó el brazo de San Juan y estaba a punto de golpear a Pinto con
su garrote, cuando según las crónicas, un indígena que actuaba bajo las órdenes
de Maldonado, lo atacó por la espalda y lo atraveso con una flecha . Así terminó la batalla de Maracapana y la
vida de este valeroso cacique.
Derrotados en forma contundente, la coalición se
disolvió y los jefes regresaron a sus tierras.
Guaicaipuro con el orgullo profundamente herido, regresa a Suruapo, pero su espíritu inquieto
de guerrero no lo dejó en paz. Ese mismo
año reorganizó sus tropas y con toda la pasión caribe, atacó a Diego de Losada
causando grandes destrozos y muchas muertes.
Losada, en un ataque de cólera y fuera de sí,
ordenó al Alcalde Francisco Infante el ataque a Guaicaipuro en el propio sitio
de Suruapo, hasta ese momento baluarte invencible. Infante usó entonces la siguiente estrategia:
buscó indígenas pacificados y fieles a España que conocieran el modo de llegar
a la vivienda del cacique, protegida por escarpada montañas de la zona y por
los aguerridos hombres de Guaicaipuro.
Logrado ese objetivo, partió entonces con 80
hombres y su fiel lugarteniente Sancho del Villar. Sobre la media noche llegaron a Suruapo por
un camino desprotegido y penetraron hacia el caney del jefe indígena. Infante
cubrió la retaguardia con 25 soldados y el resto acompañó a del Villar.
Guaicaipuro se dio cuenta del peligro, pero era ya
demasiado tarde. Tomó la espada de su
antiguo enemigo Rodríguez Suárez y con ella dio muerte a los primeros que lo atacaron, pero la sorpresa lo dejó sin
resguardo frente a medio centenar de hombres bien armados.
La noche favoreció a los españoles. Los indígenas salieron a defender a su jefe,
pero los arcabuces, las espadas y, sobre todo la sorpresa hicieron añicos la resistencia indígena.
Las mujeres y los niños lloraban y gritaban
espantados por el horror...
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