MÁS HISTORIA ACERCA DE LA
PLAZA BOLÍVAR DE CARRIZAL
La Plaza Bolívar, es comúnmente una plaza
en honor al prócer venezolano Simón Bolívar, llamado "El Libertador" por medio del
título que fue otorgado por la Municipalidad de Caracas el 14 de octubre de
1813 y ratificado en el Congreso de Angostura en 1819. Esta plaza es lo que se
conoce como el centro colonial, gubernamental, político e histórico de cada
ciudad, poblado, municipio y Estado de Venezuela.
Así mismo, existe un gran número de Plazas Bolívar o Plazas
de Bolívar en otros países
del mundo, como la Plaza de Bolívar, el centro gubernamental y político en Bogotá.
También existen plazas que
llevan este nombre en honor al prócer Venezolano en Argentina, Brasil, Cuba, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Irán, Japón, Egipto, Estados Unidos, México y en varios países de Europa, como Alemania, Francia, España, Reino Unido, Rusia e Italia.
Carrizal, no es la excepción. La Plaza Bolívar de Carrizal, está asentada en unos
terrenos baldíos que una vez fueron del Monseñor Pérez de León y éste a su vez,
lo da a Luís Peña por el año 1930 aproximadamente.
Posteriormente, como eran terrenos municipales, La Junta Comunal necesitaba una
parte de esos terrenos para utilidad pública y en el año 1944, se comenzó a
construir la Plaza Bolívar de Carrizal. De
dicha plaza no hay mucho que se haya dejado escrito. No fue sino hasta el año
1990, cuando José Luís Rodríguez, primer Alcalde de Carrizal, le puso alumbrado
y remodeló la Plaza
y posteriormente Félix “Pocho” Palacios, le dio la remodelación actual.En
los comienzos de los sesenta la Plaza Bolívar de Carrizal estaba rodeada por
casas construidas con grandes paredes sonoras, puertas altas de madera
trabajada y ventanas con barandas. Los habitantes colindantes con la plaza se
recogían tempranamente. Muy pocos se aventuraban a merodear cercano a la media
noche.
Más de uno ya había contado su experiencia con los gritos sumamente
afligidos y dolorosos de una mujer que todos consideraban insepulta. Los gritos
sobrecogían transmitiendo a sus oyentes una gran angustia, una desesperación
que causaba el pavor de un mal amenazante, muy cercano en el ambiente, a pocos
metros de distancia de la persona que tenía la desdicha de escucharlo.
Alrededor
de esta muerte se escuchaban muchos cuentos, verdaderamente imaginarios,
cargados de fantasías. La mujer se mató y el cuerpo no lo encontraron; no se le pudo dar sepultura.
En voz baja se narran otras versiones y
rezan el rosario.
En tanto más se cruzan los relatos, más se reza por el perdón
de esa alma. En
el primer domingo del mes de abril, en las primeras horas de la mañana, los
vecinos extrañados vieron aparecer a un sacerdote, alto y fuerte, de pelo negro
bien cortado, cara amplia, nariz aguileña y ojos muy azules, de mirar airado y
de paso firme. Llegó hasta un terreno
baldío que quedaba entre las calles Urquía y Páez.
El terreno estaba lleno maleza. Un tronco muy grueso y seco se erigía en el
centro como testigo impertérrito de alguna tragedia humana. Levantó en la mano
derecha un crucifijo, que se veía de oro y plata. Hizo una oración. Dio unos
pasos y se arrodilló, para volver a orar. Los curiosos suponían que estaba
ensalmando el sitio; liberando aquella alma en pena, sin descanso eterno. Luego se puso de pie y se fue a la iglesia
sin hablar con nadie; tampoco nadie lo vio cuando se marchó.Los gritos se callaron y luego la gente del
pueblo los olvidó, hasta el día de hoy.
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