VENEZUELA
Atalaya
de mar, tus verdes playas
recibieron
errantes castellanos,
y
tus hombres de bronce les tendieron
acogedoras
manos, dulces frutos
y
la sombra verde de altas palmeras espigadas.
En
esa tierra, la profunda montaña se estremece
cuando
entre breñas, en cristalino vuelo
se
lanza la cascada de El Ángel, desde el cielo.
El
Orinoco fluye, entre ronco sonar de agua bravía,
rompiendo
ya la selva en su porfía.
Al
devenir el tiempo, se irguieron las ciudades,
blancas
y silenciosas cual nidales
de
garzas o palomas mensajeras.
Era
un vivir angustiado el de tus hijos,
las
cadenas pesaban en sus brazos,
el
cantar era triste y el esfuerzo del pueblo
enriquecía
las altaneras manos castellanas.
El
alma de los hombres se hizo grave,
llama
de libertad prendió en su pecho.
y
surgieron entonces Miranda el precursor
y
el genio de la historia, Bolívar y la Gloria.
¡Nada
vence su afán, aún derrotado
vuelve
al combate, osado, y su verbo arrebata
a
las porfiadas huestes en la lucha!
Hasta
que al fin un día Venezuela fue libre,
y el tricolor triunfante, ya flotó victorioso
en
el confín del Ande.
Desde
entonces, Bolívar, tu ancha sombra nos cubre
desde
el llano hasta la cumbre.
¡Que
tu invicta memoria ilumine a estos pueblos que tú quisiste hermanos!
¡Que
sigamos tu huella asidos de la mano,
Padre
nuestro Bolívar, Libertador de pueblos;
Cinco
naciones velan el sueño de tu espada!
Inés
Andrade de Soto
Quito,
Junio 1985
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