CRÓNICAS
DE LAS COMUNIDADES
CARRIZAL
EN LA HISTORIA
(IV)
Atardecer en San Diego |
Cuando aumentó la población
comenzaron a sentirse las dificultades, por lo alejado de los centros
parroquiales y los problemas de las vías de comunicación.
En
el año 1748, el vecindario de Carrizal se une al de San Antonio y solicitan que
les nombren un capellán. Todavía no se habían atrevido a solicitar de nuevo la
parroquia y buscaban una fórmula para tal consideración; el padre Salas de San
Diego, se opuso rotundamente.
El
pueblo de Carrizal apoya calurosamente a San Antonio en su solicitud; elevan un
memorial al obispo; la encabezan Manuel Pérez, Domingo Francisco Pérez, Juan
Campos y otros carrizalenses expresando lo siguiente “… Nos unimos al pedimento
de los feligreses de San Antonio por ser justo. Y siendo así que nosotros a
costa de nuestro caudal propio pretendamos un cura capellán que nos administre
los Santos Sacramentos con prontitud, no se puede ofrecer el más mínimo reparo,
más cuando hay seis lenguas de distintas de la Guayra de Paracotos donde
reside el cura de éste pueblo de Carrizal…”
Fue
éste pedimento largo, con testimonios, traslados, deposiciones y decepciones. A
pesar de lo justo de su petición, no obtuvieron Capellán y siguieron unidos a
San Diego.
Ya
en otras oportunidades los vecinos de Carrizal encabezados por José Felipe y
José Manuel Álvarez, se habían dirigido al Arzobispo pidiendo la creación de su
parroquia.
El
padre Miguel Santana, cura párroco de Los Teques, como siempre, se opuso a ésta
división alegando que las rentas de su curato se disminuirían en una tercera
parte; que no era necesaria tal división, dado que él atendía bien a toda la
feligresía y que además, sólo los Álvarez pretendían esa desmembración.
El
Arzobispo ordenó desde el 27 de abril de 1811, abrir la correspondiente
información y ordenó levantar un plano de toda esa región. Nombró como peritos
a Don Silvestre Crespo, vecino de Los Teques y a Don Dionisio González, vecino
de Carrizal. Además comisionó al presbítero José Antonio Rolo para que
recorriera el terreno y fijara los linderos.
Los
peritos nombrados cumplieron su encargo y recorrieron toda la región,
levantaron el plano e hicieron el informe ordenado por el Arzobispo. Contaron
en Carrizal un poco más de doscientas almas, cantidad similar al censo realizado
por el Obispo Martí.
La
oposición que hiciera el padre Santana a la creación de la parroquia, caldeó
los ánimos de los Carrizaleños y se creó un estado de tensión y animosidad
entre el párroco y los feligreses, que se manifestaba hasta en los más mínimos
detalles.
Como
habíamos comentado en el capítulo anterior, los vecinos de Carrizal habían
terminado de construir una capilla a la Virgen del Carmen y estaban orgullosos de ella y querían hacer una gran
fiesta de inauguración. Como su párroco era el padre Santana, tenían que
invitarlo; así lo hicieron mediante carta suscrita por José Manuel Álvarez,
pero sólo para que hiciera acto de presencia, pues invitaron a otro sacerdote,
para oficiar la misa y predicar el sermón. Al padre Santana no le gustó aquel
gesto, se retiró del pueblo e inmediatamente se dirigió al Arzobispo quejándose
de lo sucedido.
El
Arzobispo que no le tenía mucho afecto al padre Santana debido a sus
actividades revolucionarias, le dio la razón a los vecinos diciéndole que si
ellos pagaban los aranceles debidos al cura párroco, eran libres de llevar a
cualquier cura para que oficiara las fiestas; motivo que acrecentó la tirantez
entre Santana y el pueblo.
Testimonios del Obispo Mariano Martí |
Transcurrida
la guerra de independencia, comenzó a ordenarse otra vez la economía en la
región; empezó a poblarse de nuevo y a retomar los que se habían ausentado.
Una
de las herederas de las tierras de los Teques, Doña Josefina Ascanio y Tovar,
mujer de Don Juan Mijares, conservo la sexta parte de su herencia, la cual pasó
a sus herederos. Algunos de ellos fundaron haciendas en la parte de Carrizal,
entre ellos los Mijares, los Vegas y Los Ascanio.
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