LA SOMBRA DEL AHORCADO
Cuentan
algunos de los Personajes más viejos de Carrizal, que aún viven, una leyenda
urbana que aún permanece en sus memorias y la cual se ha trasmitido en algunas familias,
de generación en generación, y que voy a compartir con ustedes.
El
caso es que hace muchos años, cada amanecer, en la entrada de una de las pocas casas, que
estaban ubicadas en las hondonadas de la vía que conduce desde Carrizal a San
Diego, a orillas de Quebrada El Silencio, que se une con Quebrada Honda para
luego seguir su peregrinar hacia Paracotos, a partir de las cuatro de la mañana,
se oían unos tristones lamentos y sollozos, además del crujido de la rama de un
árbol grande y la sombra muy clara de un ahorcado.
Contaban
los “viejos” que don Francisco, de unos cincuenta y cinco años aproximadamente, a
quien apodaban “don Pancho”, era un hombre muy apuesto, mujeriego, sinvergüenza, quien
estaba casado con doña Rosita, una señora dedicada a su casa y a sus cuatro
hijos.
Éste hombre, irrespetando su “estado civil”, se puso a enamorar
como “novio serio”, a Juana, una muchachita de quince años, hija única de una familia
muy humilde, que habitaba en las hondas riveras de la quebradas que bajan desde "La Llanada" y se unen a las corrientes de Guareguare y Guareguarito, quienes tradicionalmente se
dedicaban a la agricultura y algunas crías de
aves de corral (como gallinas, pavos, patos), sembraban caraotas, maíz, apio, auyama, café,
y hortalizas y verduras, en general; También criaban cochinos,
ovejas, chivos, caballos, burros y vacas. Ésta mozuela, quien por estar muy lejos de la “civilización”, no sabía leer
ni escribir, estaba dotada de una hermosa belleza inusual, larga cabellera
negra, libre de adornos y cosméticos, su cuerpo era voluptuoso y visiblemente
saludable.
El
rufián comenzó a “merodear” en las riveras cercanas a la casa de la adolescente
y luego de cortejarla, comenzó hacerle regalos costosos, razón por la cual, la moza, sin importarle la diferencia de edad, comenzó a interesarse en el “ilustre
caballero”.
Al cabo de un tiempo, se acercó a la casa de la “chica” y solicitó la mano de Juana en “matrimonio” a sus padres, quienes aceptaron gustosos., ya que su hija “Juana”, se casaría con un hombre “rico” y la sacaría de aquel “monte”, donde ellos vivían.
Al cabo de un tiempo, se acercó a la casa de la “chica” y solicitó la mano de Juana en “matrimonio” a sus padres, quienes aceptaron gustosos., ya que su hija “Juana”, se casaría con un hombre “rico” y la sacaría de aquel “monte”, donde ellos vivían.
Doña
Rosita la esposa del “descarado”, se enteró de la boda que estaba planeando el
aprovechado de su marido y con la ayuda de unos “baquianos”, empleados de su
esposo, emprendió una expedición a la casa de la" novia", aprovechando que éste
se encontraba en “Los Teques”, el vendiendo café que cosechaba de una de sus haciendas y
tardaría unos días en regresar.
Al
llegar a la casa de la infortunada, habló con sus padres. Con mucha educación
se presentó como “la esposa” de don “Pancho”, al tiempo que les enseñaba las
fotos de su boda con él, las fotos de sus hijos y su acta de matrimonio.
Los padres de Juana le agradecieron el hecho de haberles avisado con tiempo, la situación real de ese descarado quien en pocos días se esposaría con su hija.
Los padres de Juana le agradecieron el hecho de haberles avisado con tiempo, la situación real de ese descarado quien en pocos días se esposaría con su hija.
Pasaron
unos días y el “galán” llegó a su “hogar” cargado de obsequios para su esposa,
sus hijos y en un baúl aparte, por supuesto, traía escondidos los regalos y el
vestido de novia para su “prometida”.
La
esposa lo recibió como si no supiera nada de lo sucedido. Durmió esa noche en su casa y al despuntar el
alba, mucho antes de que su esposa y sus hijos despertaran, cogió su caballo y
acompañado de cuatro conuqueros, salió “al encuentro” de su prometida, con los
regalos que para su boda había traído.
Cuál
no sería su sorpresa, que al llegar a la casa de “Juana”, su padre lo recibió
con la escopeta cargada. Echó unos “tiros al aire” y le dijo que se fuese
inmediatamente de su propiedad. Le comentaron que ya sabían sobre su “estado
civil y sus hijos”.
Por
supuesto, al regresar a su casa……Doña Rosalía le había recogido todos sus
enseres, pertenencias y se las había botado.
Además, llamó a las autoridades de aquel entonces y les había hecho
saber sobre la “trama” de su marido. Las autoridades le despojaron de toda su fortuna por "bigamo".
Después
de un tiempo, “Pancho”, a quien ya nadie respetaba y hasta le habían quitado el
“Don”, casi a diario iba a llorar debajo
del árbol que estaba a dos o tres metros
de la puerta de la entrada de la casa de la hermosa Juana. Debajo de ese grande y frondoso árbol se
encontraban unas bancas de madera en la cual se sentaba con ella cuando la
conquistó.
Aunque
él ya era libre, porque se Doña Rosalía se divorció de él después del “destape”,
la muchacha nunca lo volvió aceptar.
Una
fría noche de navidad después de la cena, ya apagadas las velas y mecheros de la casa de
Juana, él golpeo con fuerza a la puerta.
Salió Juana y le dijo en tono muy “tajante: ……¡no vuelvas a insistir, yo
ya no quiero nada contigo…… lárgate……!
¡………….te
vas arrepentir……!!!!!, fue lo que atinó a contestar él.
A
la mañana siguiente, debajo de la rama del árbol donde la enamoró, donde se sentaban a
planear su “boda”, se encontró el cuerpo ahorcado de “Pancho”. Desde
ese momento, se cuenta que todas las noches, antes del amanecer, a las cuatro
de la mañana, entre la espesa neblina que cubre la rivera de la quebrada, se oyen
los lastimeros sollozos y se ve "la sombra del ahorcado".
Omar Aponte
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