LA FARMACIA DE LA ABUELA
(III)
La noche que nació mi hermanita, nosotros los
muchachos “no pegamos un ojo”...esperando a la cigüeña, ese pájaro de tamaño
descomunal y cuello largo, trayendo en su pico rojo a un bebé envuelto en
pañales. Velamos la casa de bahareque
con el iluminado de estrellas y una hermosa cuna de plata de un cielo
campesino. Observábamos al trasluz del
follaje…¿Cuándo llegó ésta emblemática ave? No lo sé. Pero quedó grabado en mi mente los
preparativos hechos por mi abuela en el nacimiento de un niño. Ella nos enviaba a buscar en su huerto el ajenjo,
la artemisa y el pasote, hierbas con las cuales preparaba un bebedizo ocre que
endulzaba con miel de abejas y que suministraba a razón de una copita en ayunas
y otra antes de dormir.
El día en que nació mi hermanita, mi
papá escogió una gallina entre las 100
que criaba, luego se escondió detrás del depósito para “torcerle el pescuezo” y
mi abuela se encargó de hacer el hervido, con muchas papas, fideos y maíz. Este hervido y el caldo de pichón de paloma,
lo preparaba mi abuela para la ocasión en la que había algún convaleciente en
la casa; además el agua donde hervía el maíz para el hervido ó las arepas, no
la desperdiciaba ya que lo endulzaba con papelón y se la daba a las
parturientas para aumentar la leche.
Para quitarle el sereno a mi hermanita y
procurarle una mejor respiración, colocaba mi abuela una olla en el fogón,
tomaba un algodón y lo impregnaba de aceite con una pizca de alhucema y se lo
colocaba en la “mollera” sostenida con un gorro y a mi mamá, también la mantenía bien abrigada,
con varios cobijos y unas medias hasta la rodillas, para evitar el “sereno”.
Si
alguna persona de mi familia o del vecindario llegaba a la casa con un
fuerte dolor de estómago, recogía mi abuela del jardín hojas de yerbabuena y
menta, preparaba un té y “santo remedio”…
José G. Salas
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