PRÓSPERO MARTINEZ
EL MÁS ELEGANTE PAISAJISTA
DE SU GENERACIÓN
DE: ANÍBAL LAYDERA VILLALOBOS
Paisaje puerta de Caracas. 1957. Óleo sobre lienzo. 55 x 63 cm. |
Próspero Martínez, conjuntamente con algunos jóvenes pintores de Caracas, entraron en el Círculo de Bellas Artes y poco a poco fueron
acostumbrando a nuestro público a estimar sus obras, hasta entonces dominado
por el supersticioso respeto que solía inspirarle la fama de triunfo en el
extranjero y sin contar tampoco con el auxilio de los críticos.
Para estos días. Próspero
Martínez, o Prósperito, como cariñosamente le llamaban sus amigos, era un joven
de unos 20 años, lleno de esperanzas, delgado, pensativo, un poco silencioso.
Fernando Paz Castillo dice de él: “Y era, entre los mejores”. En sus horas
libres tocaba cuatro, guitarra grande, bandolín y jugaba billar y dominó.
De esta época en su paisaje del
Encantado, exhibido durante la reciente exposición que hizo de 25 de sus
cuadros la Sociedad Maraury
de Petare (23-8-65), como muestra de otros muchos, de sitios olvidados de Caracas y sus aledaños, y de esta región
de Los Altos de Miranda, a la cual dedicó su completa atención desde cuando se
refugió en su hogar campesino de Carrizal, ubicado en la Calle Urquía o bajada de la Iglesia, en el sitio donde hoy hay una Peluquería de nombre "Carmen T."
Ya en 1916 se había venido, enfermo, atrapándolo este hermoso pueblo con sus bucólicos alrededores y sus montañas siempre verdes, de caminos rojos y crepúsculo de rosa. Próspero vivía un mundo de poesía y de colores. A la sombra del círculo de Bellas Artes, crecieron y prosperaron algunos pintores, como Federico Brandt, Antonio Edmundo Monsanto, Manuel Cabré y Armando Reverón. Prósperito, el pintor de serenas pinceladas fue creciendo en su arte en un Carrizal todavía provinciano.
Ya en 1916 se había venido, enfermo, atrapándolo este hermoso pueblo con sus bucólicos alrededores y sus montañas siempre verdes, de caminos rojos y crepúsculo de rosa. Próspero vivía un mundo de poesía y de colores. A la sombra del círculo de Bellas Artes, crecieron y prosperaron algunos pintores, como Federico Brandt, Antonio Edmundo Monsanto, Manuel Cabré y Armando Reverón. Prósperito, el pintor de serenas pinceladas fue creciendo en su arte en un Carrizal todavía provinciano.
En este terruño, a escasos 5
Kms., de Los Teques Prósperito se hizo de muchos amigos, conocido y admirado de
sus viejos colegas, aunque ignorado por el gran público. De carácter alegre,
compartía su alegría con su esposa Doña María Ríos de Martínez y la prima de su
esposa Luisa Talavera Bello, formando conjunto musical hogareño, ejecutando él
los viejos valses y merengues criollos con la guitarra, acompañándoles ellas
con bandolines, y en otras ocasiones en sanas partidas de dominó en las que
completaba su discípulo en Bellas Artes Dr. Héctor Soriano, o Don Manuel
Alzola, o quien esto escribe. En su ancha casa, con un gran patio sembrado de
naranjos, mandarinas y pomagáz, aún acuden miles de palomas diariamente que su
esposa alimenta, y que él contemplaba como el mejor de sus cuadros. Su estudio
o cuarto de trabajo, de pocos metros, conserva aún sus obras inconclusas por
acudir su autor presuroso al llamado de Dios. Su habitación, de paredes
encaladas, sin adorno alguno, guarda aún su pequeña cama. Tanto en el austero
recibo como en el comedor, quedan pocas de sus obras que revelan la magia de un
verdadero maestro del paisaje y del color.
De Próspero Martínez anota
Enrique Planchart, tan fino siempre en la observación de nuestros pintores, “No
son –escribe- sin embargo, sus trabajos los de un “pintor de los domingos”,
sino parecen más bien los de un refinado que pusiera entre obra y obra largos
períodos de investigación y de meditación, y luego al aplicarse a la faena tuviera
ya resuelto los problemas cuya solución quiere presentar; pues en ninguna de
sus obras se nota la “gaucherle” y el cansancio de quien sólo trabaja de tiempo
en tiempo, sino son impresiones frescas, poéticas, bien logradas”.
Fernando Paz Castillo, al
referirse al cuadro Cabeza (1935), escribe: es un pequeño apunte en tonos
grises con reflejos rosas y perlas, como de marfil o nácar, que recuerda por su
candor, gracia y vaguedad poética algo de Watteau.
Y los dos cuadros de la Puerta de Caracas, 1957,
los cuales confirman, por su colorido, La Bandera , 1933, como se ve, ejecutando 24 años
antes, y anticipa, Árboles de Carrizal, 1960, pintado, junto con otros mismo
género tres años después.
Paz Castillo finaliza diciendo:
En todos sus cuadros hay un mismo, sereno sentimiento de la naturaleza, el cual
ha ido evolucionando dentro de límites personales, pero amplios, alrededor del
campo de la propia experiencia y de su lirismo objetivo.
Próspero no fue solo un notable
pintor, sino también un querido pintor, a quien los críticos modernos señalaron
como el pintor del silencio que por sus facultades pudo llegar a mucho en la
fama. De él decía Francisco Da Antonio durante la exposición en la galería de la Sociedad Maraury
de Petare que “para presentar la exposición fue necesario vencer la resistencia
que les opuso la modestia del maestro”.
“Sus cuadros traducen juventud
espiritual y equilibrio en un artista que pasa de los ochenta años. Los
críticos lo consideran el más elegante paisajista de su generación.
El “Paisaje de carrizal” logrado
en óleo sobre mazonite en 1958, le valió a Prósperito el Premio “Arístides
Rojas” al año siguiente.
Próspero Martínez, falleció en Carrizal el día 13 de septiembre de 1966.
El
escritor popular Carlos J. Báez Bello, quien vivió en Carrizal y murió hace
pocos años, a propósito de la defunción de Próspero Martínez escribió la
siguiente nota post-mortem:
¡Ha muerto Próspero Martínez!
Para las Bellas Artes de
Venezuela y en especial de Miranda, ingrata noticia.
Hablar de su vida, de su arte,
nada mejor que recordando cierto artículo de Leoncio Martínez publicado en El
Universal del 1º de agosto de 1912 que originó una serie de gestiones que antes
de finalizar dicho mes, dejaban instalado el “Circulo de Bellas Artes”, uno de
los hechos más trascendentales en la historia de nuestra pintura. Allí se
encontraban, además de Cabré y Monsanto, Armando Reverón, Próspero Martínez, Pablo W. Hernández y Marcelo Vidal. Pintores que
se consagraron a explotar la inédita riqueza de nuestra luz, como escribió
Enrique Planchart, guiados únicamente por el remontado anhelo de realizar el
paisaje venezolano como cuadro.
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