LA FARMACIA DE MI ABUELA
(IV)
En la
mesa de mi abuela permanecía un frasco “bocón” que contenía lo que nosotros
llamábamos “hongos” en una solución especial, y no era otra cosa que los
benéficos bacilos búlgaros o cultivos de yogurt. La tarea de lavarlos y atesorar su producto
era muy agradable para mí, pues el resultado era una gustosa y nutriente bebida
que injeríamos con el almuerzo.
Los había “de leche” y “de piña”; y el
modo de prepararlos era lo que los diferenciaba. Los de “leche”, había que lavarlos con agua
que había sido hervida el día anterior y luego de lavados, debíamos
añadirle leche cada día. Los de piña tenían el mismo procedimiento
pero en vez de leche se le añadía agua de papelón.
La vida moderna hace difícil el cultivo
de éste género de yogurt, sin embargo, en algunas zona rurales todavía se
mantiene ésta saludable costumbre.
Una leyenda turca cuenta que un anciano
se afanaba en derramar yogurt cucharada tras cucharada en las aguas de un lago;
los aldeanos se burlaban de él, pero su propósito era encomiable: quería
terminar con el hambre que padecía su pueblo.
El yogurt aparte de ser un gran
nutriente, es un producto que actúa como antibiótico natural. Se trata de un lactobacilo que elimina los
gérmenes patógenos que proliferan en el tracto digestivo.
En mi trabajo de naturista en los llanos
orientales, experimenté lo que había leído respecto al yogurt; en una
oportunidad atendí a una infortunada
señora, en Zaraza, estado Guárico, a quien le habían amputado un seno debido a
una metástasis. Veía necesario colocarle arcilla, más no quería incomodarla,
así que usé yogurt como capa protectora sobre esos tejidos necrosados y
cubiertos de sulfas; sobre el yogurt coloqué la capa de arcilla. Para mi asombro, al cabo de tres (3) días, se
había desprendido toda esa capa maloliente y pútrida, y se había formado un
nuevo tejido con limpios corpúsculos sanguíneos.
El yogurt lo recomiendo al igual que mi
abuela con eficientes resultados, en lavados vaginales para eliminar flujos
malolientes, contra fibromas y quistes uterinos.
José G. Salas
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