LOS ALTOS MIRANDINOS (III)
Por
su parte, Los Teques formaban parte de una encomienda y los territorios
conquistados de la zona que actualmente comprende el municipio Guaicaipuro, se
le asignaron a Andrés González, compañero de Francisco Fajardo y Francisco
Tostado de la Peña. Luego pasaron al Capitán Juan de Ascanio y a Correa de
Benavides, la tradición de la propiedad continuo con Diego de Miquilena quien vendió
en 1684 a Doña Melchora Ana Tovar Ibáñez, viuda del Capitán Juan de Ascanio.
Plaza Bolívar de los Teques |
Posteriormente,
estas mismas tierras eran patrimonio de Juan de Ascanio y Correa de Benavides y
para finales de ese siglo, eran propiedad de Diego de Miquilena. A partir del
año 1772, los habitantes españoles de San Pedro de Los Altos (aledaño a Los
Teques) se trasladaron progresivamente a
un caserío que contaba con tan solo 99 habitantes, fundándose luego como la
ciudad de Los Teques en octubre de 1777,
por el Obispo Mariano Martí de visita
pastoral, en memoria de los Indios Teque.
Carrizal, no
escapa a la hermandad, similitud histórico-cultural y ubicación de los municipios aledaños Guaicaipuro, San
Diego y San Antonio de los Altos.
Originalmente fue una Encomienda otorgada a Pedro Matheos por el Capitán
Don Diego de Losada, el 5 de marzo de 1568, la cual fue abandonada, y
ejerciendo el Capitán Don Juan de Guevara en Caracas y sus contornos, luego adjudico tres años después la misma encomienda
(3-2-1571) a Andrés González. Cuando asumió Francisco de Calderón como teniente
de Gobernador, asignó a Ambrosio Hernández la misma encomienda que pertenecía a
González, pero Hernández también la abandonó y el 27 de octubre de 1572,
Calderón la cedió a Cristóbal Cobos, tales medidas tomadas en contra de
González provocaron un largo pleito, querella que ganó finalmente González. La
encomienda abarcaba una extensa porción de Los Altos de Guaicaipuro. La
encomienda concedida a Pedro Matheos y posteriormente a Andrés González
tuvieron por encomiendas limítrofes a las que se indican a continuación: Las
del Cacique Pacuare, asignada a Marcos Gómez de Cascajales, las del cacique
Curutaima, dada a Agustin de Ancona, la del cacique Epoima entregada a
Francisco Román (Epoima representó en su condición de cacique independiente y
aliado incondicional de Guaicaipuro, las Cumbres de Carrizal y sus cuevas más
secretas), la del Cacique Querequepano concedida al maestre Francisco, la del
cacique Aguaramare dada a Francisco Maldonado y la encomienda del cacique
Piaquina entregada a Hernando de la Cerda. Una hija de Andrés González, a raíz
de la muerte del encomendero, hizo permuta a Blas Correa de Benavides, a cambio
de una gran porción de terreno en la región de Los Teques, por bienes en
Caracas.
A principios del año 1690 una extensa parte de esta encomienda estaba en
el legítimo poder del Capitán Diego de Miquilena, luego adquirida en 1694 por
doña Melchorana de Tovar y Báñez.
En su devenir histórico, la Parroquialidad de Carrizal, es resultante de
una coordinación de esfuerzos ocupó la atención de los carrizaleños, que no
fueron más, que las gestiones que se iniciaron en los mismos instantes de los
asentamientos o caseríos, diseminados en lo que se llamó Los Altos de
Guaicaipuro; en los primeros tiempos de
la Colonia eran nombrados Altos de Caracas y hoy se les denomina Altos
Mirandinos.
Esas comunidades de españoles
(españoles y canarios), indios (aborígenes), negros esclavizados (africanos o
hijos de los mismos) y pardos en general, ocupaban su tiempo en la agricultura
y un poco en la ganadería, pero manifestaban preocupación esencial a su fe
Cristiana, inquietudes que motorizaban en su afán de lograr un sacerdote para
los momentos supremos de los servicios inherentes a su religiosidad. Esa
emotividad se acrecentó la Fundación en mayo de 1683 del pueblo de San Antonio
de los Altos .
Con la erección de la parroquia San Felipe Neri de Los Teques, los
pueblos de Corozal, San Antonio, San Pedro y Carrizal, quedaron bajo la
feligresía del nuevo curato. Iniciada la Guerra de la Independencia con la
declaración del 5 de julio de 1811, volvieron los carrizaleños a dar prueba de
su perseverancia al solicitar al Obispo una Capellanía para dar satisfacción a
los sacramentos que profesaban, dado a que ellos tenían que ir caminando o a
lomo de mula a San Antonio o a Macarao para los oficios religiosos.
Para
evitar tales peregrinaciones y resueltos a tener una parroquia eclesiástica
propia, los vecinos de Carrizal, comenzaron la construcción de una capilla que
terminaron a mediados del año 1812, la cual bautizaron con el nombre de Capilla
de la Virgen
del Carmen.
Entre
los constructores de la capilla, habría un joven fogoso y preocupado por el
bienestar de sus coterráneos, llamado José Manuel Álvarez, quien por el
testimonios que nos ha dejado de su vida y por los frutos que de él hemos
conocido, fue uno de los personajes precursores y gran filántropo de lo que significa para
nosotros hoy el pueblo de las flores, Carrizal.
El
muchacho fue creciendo y trabajó con mucha fuerza y amor por su terruño,
preocupado por las carencias que tenía su gente, por lo que laboraba todos los
días con más fuerza pues algo grande tenía en mente. Se hizo mayordomo de las tierras de Rosalía
Madriz, descendiente de un terrateniente de nombre Fernando de Ascanio y
Monasterio, quien debido a su poder económico, ostentaba el título nobiliario
de Conde de la Granja. No
obstante, derrotados los españoles en la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821,
quedaron eliminados todos los privilegios de la nobleza. Rosalía Madriz quien poseía un inmenso predio
al naciente del pueblo de Los Teques, cedió por deudas y vendió además, una
extensa parte de sus tierras a José Manuel Álvarez, aquel preocupado nativo de
Carrizal, quien como estaba compenetrado con las necesidades de vivienda y
educación de sus paisanos, “convencido
de la rusticidad con que se criaban los jóvenes del pueblo “, decidió DONAR
un amplio espacio de sus propiedades con dos finalidades: la primera para la
creación y sostenimiento de una escuela en razón del estado de ignorancia en
que vivían los muchachos de la comarca y la segunda para el trabajo agrícola
que generaría bienestar personal.
Este
generoso acto del día 12 de febrero de Mil Ochocientos Veintisiete (1827), del
acertadamente llamado “Filántropo de Carrizal”, Don José Manuel Álvarez, es sin
duda alguna la colocación de la primera piedra de la educación y la cultura del
municipio y la primera contribución de persona alguna para que los niños del
municipio aprendieran a leer y escribir. Aprendieran las bases de un oficio y
se pudieran defender de los atropellos que desde los tiempos de la colonización
y la conquista, venían sufriendo los habitantes del país y de este suelo.
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