CRONICAS
DE LAS COMUNIDADES
CARRIZAL
EN LA HISTORIA
(VI)
Una
de las herederas de las tierras de los Teque, Doña Josefa Ascanio y Tovar,
mujer de don Juan Mijares, conservó la sexta parte de su herencia, la cual pasó
a sus herederos. Algunos de ellos
fundaron haciendas en la parte de Carrizal.
Entre ellos los Mijares, los Vegas y los Ascanio. A su vez, sus herederos, habían vendido
sus derechos a otras personas. El 6 de
septiembre de 1824, la señora Camila Madríz, vende al señor Juan José
Rodríguez, vecino de San Antonio, el derecho y acción que le corresponde en las
tierras de Carrizal. Ninguno de los
otorgantes sabía firmar, según el testimonio del escribano público Manuel
Gómez, ante quien se otorgó la escritura; luego de esto, los herederos del
Conde de la Granja ,
también comenzaron a vender sus propiedades, en un convenio de partición
realizado ante un Tribunal el día 9 de febrero de 1825.
El
señor Tomás Martínez Guardia, fue el representante de la señora Rosalía Madríz,
una de las propietarias más fuertes; era quien cobraba los arrendamientos de
doña Rosalía quien ya había vendido gran parte de sus derechos a José Manuel
Álvarez.
En
dicho convenio de partición, las partes acordaron respetar las ventas hechas
anteriormente y no vender más terrenos mientras no se efectuara la división
total de las tierras, con excepción de un terreno que habían ofrecido comprar
los vecinos de El Carrizal “...suficiente para el pueblo que se trata de
fundar…”, a lo que todos los contratantes convinieron vender una legua de
tierra a éstos vecinos, aunque la venta nunca llegó a realizarse.
Las
casas se habían ido asentando en un pequeño recodo, casi donde se inicia el
pequeño valle que se desenvuelve junto al riachuelo manso de aguas
herrumbrosas, donde las colinas son suaves, de amorosa mansedumbre, que se
prolongan hasta Corralito en medio de otro hilillo terso de agua fina. A los costados del sur y al oeste, cae
bruscamente la tierra, despeñándose en áridas laderas hacia Paracotos y Tácata.
Por
los otros lados, las colinas se empinan ásperas; se hacen más altas hacia Los
Budares, cerca de los límites con San Antonio y hacia Pan de Azúcar donde
voltean hacia Los Teques.
Todos
los Altos Mirandinos dependían eclesiásticamente de Los Teques. La parte más
poblada y más antigua era San Diego, todo lo demás eran vecindades dispersas en
esa vasta geografía montañosa. Aumenta la población y comienzan a sentirse las
dificultades por lo alejado del centro
parroquial y los problemas de las vías de la comunicación.
Los
habitantes del pueblo de Carrizal, encabezados por Manuel Pérez, Domingo Francisco
Pérez, Juan Campos y otros apoyaron rotundamente a San Antonio y elevaron un
memorial al Obispo en el cual expresaban textualmente: “ Fue
un pleito largo, con testimonios, traslados y deposiciones. A pesar de lo atinado de su petición, no
obtuvieron capellán y siguieron unidos a San Diego".
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