TRAS LA HUELLA DE BOLIVAR
(PARTE (II)
A comienzos
de 1799, viajó a España. En Madrid, bajo
la dirección de sus tíos Esteban y Pedro Palacios y rectoría moral e
intelectual del sabio Marqués de Uztáriz, se entregó con denuedo y pasión a los
estudios; recibiendo una educación digna de un gentil hombre que se destinaba
al mundo y al ejercicio de las armas.
Amplió sus conocimientos de
historia, de literatura clásica y moderna, de matemáticas, e inició el
estudio del francés; También aprendió la
esgrima y el baile. La asistencia a
frecuentes tertulias y salones, pulió su espíritu, enriqueció su idioma y le
dio mayor aplomo. En la ciudad de
Madrid, conoció a su prima María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza, de quien
se enamoró perdidamente, proponiéndose a contraer matrimonio a la brevedad
posible, pero hace un compás de espera y en la primavera de 1801 viajó a
Bilbao, donde permaneció casi por el resto del año; luego fue a Francia,
llegando a París y Amiens. De regreso a
Madrid, contrae matrimonio con su adorada Maria Teresa el 26 de mayo de 1802,
quien era hija del venezolano Bernardo Rodríguez del Toro y Ascanio. Este matrimonio fue bendecido por el
presbítero Isidoro Bonifacio Romano, en la Santa Iglesia de San
José de Madrid, España, y sirvieron de testigos en este acto, Pedro Rodríguez
del Toro y el Marqués de Inicio.
María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza |
La felicidad
y la dicha en la vida conyugal del matrimonio Bolívar-del Toro, duró poco
tiempo, ya que la fiebre amarilla ataca con todas las furias a la bella y
encantadora María Teresa, fiel amante y dulce esposa del Libertador, y fallece
por el mismo mal el 22 de enero de 1803.
Durante aquel idilio, que duró el mísero tiempo de 7 meses y 26 días, el
Libertador quedó con el alma destrozada y se desliga totalmente del medio
social y se sume en la total tristeza, hasta que al cabo de un tiempo, acoge
los consejos de familiares y amigos y parte nuevamente para Europa, donde
recorre las ciudades de Jerez, Sevilla, Madrid, Córdoba y otras; estableciéndose en París desde la primavera
de 1804. En la capital francesa disfruta
de los placeres parisinos, vive una vida social mundana y los estímulos del
mundo intelectual, comparten la atención de Bolívar; no menos que el
espectáculo fascinante de una Europa en plena ebullición política. Frecuenta teatros, tertulias y salones, donde
conoce bellas y hermosas mujeres, pero trata igualmente con sabios como
Alejandro de Humboldt y Amado Bompland y asiste a las conferencias y a los
cursos libres de estudios, donde se divulgan los conocimientos y las teorías
más recientes. En esta época de su vida
se entrega con pasión a la lectura, y se encuentra nuevamente con su maestro
Simón Rodríguez, cuyo saber y experiencia hacen de él un extraordinario
compañero de conversaciones, lecturas y viajes.
Van juntos a Italia y cruzan a pie la Saboya.
En Roma, un día de agosto de 1805, en el Monte Sacro,
una de las siete colinas que dominan la ciudad y después de descansar un poco,
se pone de pie y mira a todos los puntos del horizonte y envuelto con los rayos
del sol del poniente, recorre con su mirada escrutadora, fija y brillante sobre
el espacio romano y exclama: ...”¿Conque éste es el pueblo de Rómulo y Numa, de
los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de
Tiberio y de Trajano?...”
Luego de
hacer un análisis de todos los personajes mencionados en el párrafo anterior,
con los ojos húmedos y visiblemente emocionado, se voltea hacia el maestro y
amigo Simón Rodríguez y le dice en términos firmes y proféticos: “...Juro
delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi
honor, y juro por la patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi
alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder
español...”.
Días después,
se dirigen hacia el sur, llegan a
Nápoles, donde recibe la infausta noticia de la muerte de su tío Carlos
Palacios y Blanco, acaecida en Marasma, región de Barlovento, en el Estado
Miranda, cerca de Capaya, en 1805.
Maestro y discípulo se separan nuevamente. Bolívar se dirige a París y luego, debido a
los conflictos que vive Europa y conociendo los intentos realizados por el
Precursor de la
Independencia , Generalísimo Francisco de Miranda, considera
que ha llegado el momento de volver a su patria. Parte a París con rumbo a Hamburgo, luego
regresa a Norteamérica, llegando a Carolina del Sur el 1° de enero de 1807,
luego pasa a Filadelfia, Nueva York, y después de una larga estadía de
observación y trabajo, viaja a La
Guaira el 8 de abril y llega al puerto venezolano a principios
del mes de junio de 1807.
Una vez en
Caracas, vive como un joven aristócrata; atiende sus haciendas y en 1808,
sostuvo un sonado pleito por una de ellas con Antonio Nicolás Briceño; no sin
apartarse del porvenir de su patria.
Realiza reuniones secretas con su hermano Juan Vicente y otros amigos,
en la quinta de recreo que poseen en Caracas, a orillas del río Guaire, en las
cuales planifica y fija la estrategia para la independencia de Venezuela. En este año, Bolívar encabeza una campaña de
subversión y conspira en las diversas partes donde se encuentra, siendo
denunciado ante los jefes de entonces: Casas y Emparam, siendo desterrados de
Caracas y confinados a vivir en la hacienda de su propiedad en los Valles del
Tuy.
Juan Vicente Bolívar y Ponte |
El 18 de
abril de 1810, Simón Bolívar y su hermano Juan Vicente se encuentran presos en la Casa de San Mateo, vigilados
y custodiados fuertemente, desde el 2 de abril del mismo año, acusados de:
“...Rebeldes e Incorregibles...”, tiempo que aprovecharon ellos para leer, para
sus amoríos campesinos y para atender las haciendas de San Mateo y de los
Valles del Tuy, pero a partir de esta fecha, quedan en libertad y Simón es
nombrado Comisionado de la
Junta Patriótica , para buscar apoyo para la causa
independentista en los países de Europa, acompañado de Andrés Bello y Luis
López Méndez.
El
4 de julio de 1811, después de un año de agitación, de inconformidad en el seno
de la Junta
Patriótica y de haber realizado diversas gestiones para la
independencia de Venezuela, el Congreso Nacional vacilaba en proclamarla por
cuanto consideraba que el pueblo no estaba preparado para ello. Ese mismo día en la tarde, reanudan las
sesiones del Congreso de la
República , para recibir una Comisión de la Junta Patriótica ,
en la cual comisionaron al Presidente del Congreso para que conferenciara con
los integrantes del poder ejecutivo, lo relativo a: Si la Declaración de la Independencia era
compatible con la seguridad pública, o no.
En la mañana
del 5 de julio de 1811, se reunió nuevamente
el Congreso. El debate giró en torno a la Declaración de la Independencia de
Venezuela. Hablaron todos los Diputados
presentes en la sesión, unos argumentando a favor y otros en contra. Una vez discutido suficientemente el tema, el
Presidente del Congreso propuso la votación.
Todos levantaron la señal de apoyo a la Independencia , menos
el doctor Maya, diputado por la
Grita , quien argumentó que aún no era oportuna la declaración
de la
Independencia. Al
realizarse el escrutinio, el presidente del Congreso, Juan Antonio Rodríguez
Domínguez, anunció: ... ¡Queda Declarada solemnemente, la Independencia de
Venezuela!...
El
pueblo, que hacía acto de presencia en el recinto, aplaudió conmovido por tan
gran acontecimiento y en medio de vítores y cantos patrióticos, se encendió la
llama libertaria que recorrería los más apartados rincones de América y del
mundo, naciendo en este momento el Estado Venezolano, rompiéndose así las
cadenas que nos ataban al feroz yugo español.
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